Tienes todo preparado y de repente sale Pablo Iglesias de ver al Rey, al que trata como a un coleguita -¿qué tal Felipe, cómo lo llevas?- y anuncia que va a ser el vicepresidente del Gobierno con Pedro Sánchez. Y da una rueda de prensa acompañado de sus futuros ministros. Todo el país agobiado con que no había posibilidades de formar gobierno y ya él lo tenía montado.

Y a todas estas el líder socialista, a por uvas. Tuvo que comparecer rápidamente para dar la réplica y decir que por supuesto que un pacto de izquierdas es lo que él quería de toda la vida. Y todas las columnas y todos los titulares de periódico sobre la frustrada investidura de Rajoy y el papelón del presidente se fueron a freír puñetas.

Pero es que Pablo es imprevisible. Y tiene además dos varas de medir: la que aplica a los demás y la más blandita que se aplica a sí mismo. A Iglesias le revienta perceptiblemente que aludan a la relación de Podemos con el chavismo. Sin embargo, no tuvo empacho en decirle a Albert Rivera, después del pacto para la mesa del Parlamento, si le había llamado Angela Merkel para felicitarle por pactar con el PP. Es decir, que hace justamente lo mismo que critica.

La penúltima noticia conocida sobre las conexiones con el chavismo es el viaje realizado por un importante grupo de políticos e intelectuales españoles a un foro por la autodeterminación celebrado en Caracas. Fueron invitados dirigentes de las CUP y de Podemos junto a algunas personas vinculadas a la banda terrorista ETA. Pero ese no es el asunto. Lo curioso es que todas estas personas realizaron el viaje en un avión oficial fletado por el Gobierno venezolano y puesto a disposición de este desplazamiento en la terminal privada del aeropuerto de Barajas.

O lo que es lo mismo, que los mismos políticos que renuncian al uso del coche oficial en el Congreso -y se llevan por ello un caluroso y merecido aplauso- no tienen empacho en utilizar un avión oficial para saltar el charco. No me nieguen que, como mínimo, es incoherente. Pero así son las cosas. Los únicos que probablemente no estén demasiado contentos son los conductores del Parlamento cuya plantilla, me temo, va a verse sensiblemente mermada con los nuevos tiempos. Les queda la opción de hacerse pilotos de aviones oficiales de revolucionarios bolivarianos, que de esa manera seguro que no se quedan sin trabajo.

Mariano Rajoy se hace un favor a sí mismo y al país al ahorrarnos el espectáculo de una investidura interruptus. No tenía sentido proponerse sin votos. Pero estaba en una obligación de la que le ha sacado la oferta pública de Podemos al PSOE. La OPA de Pablo Iglesias es la sonrisa que el destino le ha puesto en el camino a Pedro Sánchez. Y también un suspiro de alivio para el candidato desfondado del PP.

Rajoy no está, desde luego, en su mejor momento. Así resulta que le pueden cazar los de una radio catalana, que le pusieron un imitador del nuevo presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, con el que el presidente trabó una animada y ridícula charleta telefónica. Tanto se les estaba yendo de las manos la conversación, que los de la radio, alarmados, decidieron interrumpirla y decirle a Rajoy la verdad ("esto no es serio", repetía conmocionado el presidente) antes de que se produjera algún daño verbal irreparable.

"Esto no es serio", dijo varias veces Rajoy. Y no lo es, en efecto. No es serio que el presidente del Gobierno de España esté rodeado de una pandilla de incompetentes.

Lo único bueno de la broma, que deja en pelota picada al buró de la Presidencia del Gobierno, es que Rajoy demostró, con cierta campechanía, que está dispuesto a conversar con Puigdemont sin ningún problema. Y como el presidente catalán se empeña en decir que en la Moncloa no quieren hablar con Cataluña, pues la mentira se le ha quedado con el culo al aire por la peor vía: la de los hechos. Qué pena que ya no tengan nada de que hablar porque son titulares de dos destinos que se cruzan: Puigdemont está empezándolo todo y Rajoy parece que acaba de terminarlo.

Pedro Sánchez empieza esta semana el camino de su investidura. El destino le ha puesto la sonrisa de Iglesias en el camino. Pero Pablo cuando se ríe enseña los dientes. Además de los votos de Podemos un pacto de izquierda necesita de los votos del bloque independentista. Nadie será tan tonto de proponer ahora la audoterminación y todo eso. Los problemas vendrán más adelante. Ya veremos entonces si Pedro Sánchez es un presidente o un rehén.