No hay nada más inquietante tanto para el proyecto de vida de cada cual como el de la política cuando se sitúa en el cogollo de la misma la incertidumbre.

La incertidumbre muchas veces origina un nihilismo desesperante, donde cada cual se enroca sobre sí mismo, y lo que pase y tenga que acontecer se acepte sin más. De ahí que no haya que darles demasiadas vueltas a las cosas, porque estas se nos escapan de la voluntad y de lo que deseamos que sea.

Pero la incertidumbre, aunque en raras ocasiones tiene su cara amable, que viene disfrazada de positividad, lo que motiva que la incertidumbre que cubre el espacio de lo público, donde se ignora qué pasará en esta o aquella organización política ante los desafíos que acechan, sería una luz que alumbra un camino que antes no se había vislumbrado ni siquiera intuido.

Desde la incertidumbre se podrá cohabitar con el desánimo un cierto tiempo, no mucho, porque de ser así, este mismo tiempo estrangula voluntades y arrincona programas que, emboscados, esperan poder abrirse en el campo de una política decidida.

No obstante, es mal momento cuando la incertidumbre es la que acompaña a los mercados que influyen de manera definitiva sobre qué política desarrollar aquí y más allá , así como qué compañeros de viaje son los deseables y que desde la sombra lo imponen.

Y esta incertidumbre que se proyecta al plano universal también se circunscribe a lo cercano, al espacio español confuso, y, sobre todo, debido a la debilidad de los líderes, de los "viejos" y los que están tocando a la puerta esperando su turno con el énfasis engañoso de "la nueva política", porque en realidad de nueva nada, son jóvenes pero viejos, donde la construcción de la decadencia intelectual es compartida, poniendo a las situaciones al borde del precipicio.

Y en Canarias, donde muchas veces estamos condicionados por lo que acontezca más allá de nuestras fronteras, motiva que nos situemos en el escenario de la espera, sin poder tomar decisiones; situación secular que nos acompaña desde el siglo XV.

Si pudiéramos zafarnos de ciertas trabas y de falsos compromisos, andaríamos con más elegancia, porque estaríamos más ligeros de equipaje (hay que acordarse de la promesa de Zapatero cuando aquellos 25.000 millones de euros para un Plan Canario, ¿dónde están?).

Al menos la incertidumbre sirve para desde la espera reflexionar desde un "pancanarismo", si no va siendo hora de dar un paso al frente (lo que se ha dicho infinidad de veces, pero no acaba por realizarse) y empujar a la espera a la cuneta de nuestra vieja historia y comenzar a pensar, sin ambages ni circunloquios, que tenemos que "decidir por nosotros mismos". Seguramente nos iría mejor.