Aurelio está desesperado. Y aburrido. Apostó fuerte por asumir las riendas de uno de los establecimiento de "toda la vida" en Santa Cruz de La Palma: el bar Melchor, ubicado a las puertas de la emblemática plaza de La Alameda. Lo reformó a consciencia e hizo sus cuentas pensando en la explotación no solo de la barra, sino también de una terraza, con ocho mesas con sus respectivas sillas. Sin embargo, sus ideas de hace apenas tres meses se han ido desmoronando.

"Estoy desesperado. Si te digo la verdad, ya no duermo por las noches. Llega final de mes y no me da ni para pagar el sueldo de los trabajadores. Estoy poniendo dinero de mi bolsillo para seguir adelante", afirma. Apenas unos días antes de abrir su negocio, hablo personalmente con el alcalde: "Le dije de poner la terraza y me aseguró que me iba a dar una solución en pocos días. ¿Sabes qué ocurrió?, que ya han pasado más de tres meses y todavía estoy esperando".

El empresario sabe que el negocio "está en la terrazas" y se siente impotente cuando observa "cómo llegan los turistas de cruceros hasta aquí y se van a otros bares" que tienen terraza en el exterior. Son momentos "en los que te desesperas" pero "¿qué hago?", se pregunta. Por ahora, las mesas y sillas que compró para el bar se encuentran arrinconadas en la plaza de la Alameda. "Allí las tengo", señala con resignación.

La única respuesta que ha obtenido del ayuntamiento se la dio una concejala: "Fue para decirme que había que legislar la instalación de terrazas. ¿Legislarlas?, pero si todos los bares de la ciudad las tienen puestas porque es la única manera de sobrevivir. Con la barra sola no da".

"Tengo dos personas desempleadas que están pendientes para ser contratadas, una por la mañana y otra por la tarde, pasan por aquí casi todos los días, pero es que sin terraza el negocio no funciona. Si esto no cambia, llegará un momento en el que tendré que cerrar". Y es que más que contratar, lo que puede haber es despidos: "Hay cinco puestos de trabajo que están en peligro. Ahora mismo, me estoy planteando abrir media jornada y quedarme con dos o tres empleados. No me gustaría que nadie se tuviera que quedar sin trabajo, pero es que así no hay nadie que aguante", cuenta Aurelio.