Por favor, ni se les ocurra preguntarme sobre qué alianza de partidos al final va a dar el apoyo decisivo al nuevo Gobierno de España, si es que en poco tiempo cuadra esta opción. Tal y como están las cosas, que esto va de diálogo de sordos, ni lo sabe el Rey, ni Rajoy, ni Sánchez, ni Rivera, ni Iglesias... La solución al entuerto ahora solo puede ser cosa de chamanes o adivinadores, pero no creo ni en unos ni en otros. Por esto mismo, les pido que no me interroguen sobre el particular. A mí no, por favor, por favor.

Otra cosa bien distinta es que ustedes opten en momento tan turbio por fijar la atención en lo que dice y argumenta la incansable Ana Oramas, la única diputada nacional de CC, y gracias, que no lo tuvo nada fácil. Oramas, por lo que se le escucha a todas horas, parece que va a ser más decisiva en la Cámara Baja que los otros seis escaños que aporta la circunscripción tinerfeña (incluso más que las dos canarias juntas), con uno de Podemos y otro de Ciudadanos, dos del PSOE y dos del PP. Como casi es la única que habla y habla en los "mass media" locales, y también la que más sale en la foto, puede aparentar que su voto, uno, solo uno, se convertirá en el más legendario y exclusivo en un Congreso formado por 350 políticos; 350, sí, la cifra de todos los que tienen derecho a estar en el hemiciclo.

Pese a que CC ha sido el partido político con peor respaldo en las Islas de todos los que obtuvieron representación en el Parlamento nacional, Ana Oramas traslada a la masa isleña, día sí y día también, que ella es la "única" y la mejor que representa en la metrópoli el sentir de los canarios, algo que incluso es capaz de hacer pisoteando el potencial electoral (porque se dejan) que tienen otras formaciones políticas con más diputados elegidos en esta misma región ultraperiférica.

El papel de CC en Madrid ya se conoce a la perfección, y no es otro que estar lo más cerca posible del poder que allí se constituya para dar gobierno a todo el país. Esta función siempre ha consistido en tarea pedigüeña, la de acelerar la llegada de recursos financieros del Estado a Canarias, ni más ni menos. La exigencia política básica, por lo tanto, ha derivado en la petición de euros, y poco más: dinero, recursos, fondos, subvenciones, ayudas... Poco más, nada más, se puede decir.

La estrategia central de CC en sus relaciones con el Gobierno español ha sido la de ceder el voto, ahora algo insignificante, sin peso alguno, a cambio de más transferencias ordinarias y de capital, lo que ha dejado de lado, totalmente abandonado, la definición de un modelo político e ideológico estable de interacción entre Canarias y el Estado, un hecho que ni ha existido ni parece que se culminará, mucho menos en la coyuntura actual de devaluación existencial de CC, primero en las Islas y luego en Madrid.

Por la insoportable levedad de lo que hoy representa CC en el ámbito país, no se entiende (¿o quizá sea por eso mismo?) tanta intensidad de volumen en el discurso poselectoral de Ana Oramas, tanto disparo secuenciado contra algunos (todos) que han pescado más que ella y tanta preponderancia en la atención a su retahíla, pues, hay que repetirlo, da cobijo a la insignificancia de uno entre 350 (o de uno entre quince).

Lo de Ana Oramas es algo así como una lapa que navega hacia el canto rodado que más nutriente aporta en el espacio mojado. Como saben los mariscadores experimentados, esa superficie siempre es de color verde, como el verde que da paso a estar cerca del poder, el mismo que se encenderá cuando haya fumata blanca de nuevo ejecutivo. Es su sino: hoy su levedad, su insignificancia. Es el cordón umbilical que la mantendrá viva aunque semihundida, el lugar donde quizá los electores canarios no la hayan puesto. Ahí estará haciendo la goma para no distanciarse del pelotón, no vaya a ser que luego pierda mucho tiempo en la línea de meta y ese se convierta en su final.

@gromandelgadog