En su momento fue un punto de referencia comercial y económico de El Toscal. Dio vida al barrio y alimentó muchas bocas. Era su deber. Pero los tiempos cambiaron y el negocio se acabó. Eso sí, aún conserva su característico olor a gofio.

El número 20 de la calle San Vicente Ferrer esconde uno de los tesoros del antiguo Santa Cruz, del Santa Cruz más tradicional: el Molino de Indias. Testigo mudo de lo que fue el barrio El Toscal, la instalación descansa ahora no se sabe muy bien hasta cuando. Tal vez para siempre.

Atrás quedaron las mejoras que realizó el ayuntamiento de la capital en el año 2008. El proyecto consistió en la realización de una serie de acciones para acondicionar el espacio y recuperar el uso del molino, no para una producción comercial, sino con la idea de que se pudieran hacer visitas guiadas con grupos de colegios o, incluso, turistas. Ahí quedó todo. O casi todo.

En todo este tiempo, solo unos pocos alumnos de un colegio -tal vez de dos- han tenido la suerte de poder adentrarse en el inmueble y contemplar las todavía bien conservadas piezas. Unos afortunados de verdad. Al fin y al cabo sabrán que el gofio no solo se dispensa en los comercios.

Piedras, tolvas, poleas, una pesa... Por quedar, hasta millo del que algún día se hizo uno de los alimentos más tradicionales de las Islas y que con el paso del tiempo ha sido víctima de los gorgojos. Como si su propietario -Francisco según varios conocidos- hubiese tenido que huir del establecimiento.

Cuentan algunos vecinos que, hace poco, estuvo por allí uno de los últimos trabajadores del Molino de Indias, ahora enrolado en otra actividad radicalmente opuesta al manejo y los olores a millo, trigo y demás cereales.

Y los mismos vecinos, que añoran la actividad que se producía en torno al establecimiento, echan en falta que no se haga un esfuerzo mayor para no dejarlo destruir. "Podrían venir turistas y colegios", apuntan. Curiosamente, la misma idea que se barajó hace años y que no se ha cumplido. "Es una pena que el molino no sirva como recuerdo del pasado", enfatizan. Como tantas otras cosas.

Alguno de ellos, con 85 años ya en su DNI, recuerda con cierta nostalgia cómo acudía a comprar el gofio al Molino de Indias. "Era muy bueno", precisa. Si nadie lo remedio será eso: un buen recuerdo.

En la memoria colectiva

Rehabilitado en 2008 como un hipotético primer paso para un luego olvidado "museo del gofio", el molino Las Indias estuvo ubicado en el número 20 de la calle San Vicente Ferrer y en un entorno "muy del barrio", zapatero incluido. De millo, de trigo o de mezcla, olores y sabores permanecen en la memoria colectiva de los que fueron niños y cumplían allí los recados de sus madres. Buscar hoy en Google molino, molina o molienda Las Indias equivale a recibir un aluvión de ofertas de plazas de parquin o viviendas.