Y a Dios lo que es de Dios. Eso es lo que nos enseña la Biblia, un principio que todos deberíamos aceptar pues implica ser respetuoso con nuestros semejantes, no enturbiar las relaciones que mantenemos con ellos, no inmiscuirse en sus asuntos particulares, no envidiar sus éxitos, etc.

Sobre lo último señalado, la envidia, tan lamentable en una sociedad civilizada, tuve ocasión hace unos meses de publicar un artículo, dedicado al señor Melchior, presidente de la Autoridad Portuaria, en el cual resaltaba la noticia difundida por los medios de comunicación respecto al tráfico de buques en los puertos canarios durante los siete meses del año pasado. Según los datos, los puertos de la provincia de Las Palmas recibieron 674.480 pasajeros, en tanto que los de Santa Cruz de Tenerife solo 467.008, o sea 207.472 menos. La diferencia es bastante importante, lo que hizo que me preguntara la razón, ya que desde siempre los cruceros turísticos han ''tocado'' los dos puertos capitalinos vecinos sabiendo que ambas islas tienen suficientes atractivos para visitarlas. ¿Razones para esa diferencia? Las ignoro, aunque sí sugería en el artículo en cuestión algunas que la justificarían.

Pero volviendo a lo allí tratado puedo asegurar a mis lectores que lo escribí sin envidia de ningún tipo -si es que hay varias clases en ese nefasto sentimiento-. Muy al contrario, el tono que quise darle fue el de admiración, pues todos sabemos el tesón y entusiasmo que nuestros queridos ''canariones'' ponen en todo lo que emprenden -incluso, según parece, es posible que logren salvar la biblioteca municipal, que una sentencia del Tribunal Supremo ha ordenado derribar, mientras nosotros aquí, si no se impone la razón, nos encogeremos de hombros si hacen lo mismo con el aparcamiento de Las Teresitas-. Tienen buenas líneas de atraque, avituallamiento económico, suministros también a muy buen precio y otras ventajas que no es necesario nombrar, así que si todo esto les genera más tráfico, pues chapó

Sin embargo, ese encogimiento de hombros de los chicharreros no debe aceptarse cuando leemos una noticia que, aun siendo cierta, no lo es tanto si profundizamos en su contenido. Me refiero en esta ocasión a los datos que ha publicado Aena sobre el tráfico de pasajeros en las Islas durante el año 2015. Se dice en el informe que el aeropuerto de Gran Canaria fue utilizado por 10.627.182 pasajeros, en tanto que por el Reina Sofía tinerfeño pasaron 9.117.637. En cuanto al número de aviones, en Gran Canaria operaron 100.417, y en el del sur tinerfeño 58.461. Ante estos datos, por mucho que los datos de ocupación sean los mayores registrados desde hace bastante tiempo, es comprensible que nuestro estado de ánimo decaiga, sin caer en la cuenta de que una verdad a medias es peor que una mentira.

En efecto, a ningún tinerfeño se le oculta que a los datos facilitados con anterioridad tendríamos que añadir los relacionados con el aeropuerto de Los Rodeos. Este, durante 2015, contempló el paso de 3.815.315 pasajeros y 53.259 aviones, que sumadas a las facilitadas en el párrafo anterior suponen 12.932.952 pasajeros y 111.720 aviones en Tenerife, o sea 2.305.770 pasajeros y 11.303 aviones más aquí que allí. Creo que estos datos es conveniente que se sepan, no para que nuestros vecinos nos envidien -insisto en que no es ese el propósito- sino para alabar la gran labor que nuestras autoridades turísticas, las tinerfeñas, están llevando a cabo. A veces, sobre todo por quienes viven alejados de ese mundo, se las critica, pero, cuando llueven flores, que las reciban todos. Se lo merecen por el buen trabajo realizado.