"El acento circunflejo es la golondrina de la literatura", escribió el literato Jules Renard sobre uno de los rasgos distintivos de la lengua francesa, que desaparecerá ahora de muchas palabras en los manuales escolares.

El autor decimonónico no sospechaba que ese signo se iba a convertir, dos siglos más tarde, en la enseña de una gran indignación en el país, dividido entre quienes apuestan por simplificar el idioma y los que se aferran a las viejas reglas.

La chispa que ha encendido la mecha es una circular del Ministerio de Educación que invitaba a que los libros escolares del próximo curso incluyeran esa nueva ortografía, adoptada en 1990 para detener la decadencia internacional del francés pero que, de facto, nunca tuvo un uso extendido.

"Los editores han decidido tenerla en cuenta ahora y poner al día los manuales", explica a Efe una portavoz del Ministerio de Educación, que matiza, sin embargo, que los alumnos podrán usar cualquiera de las dos ortografías en la escuela.

Además de hacer desaparecer la mayor parte de los acentos circunflejos, a partir de ahora las cebollas dejarán de llamarse en francés "oignon" para ser "ognon", mientras que muchas palabras compuestas que se separaban con guiones podrán escribirse unidas. Es el caso también de vocablos adoptados de otras lenguas, se adaptan a la grafía gala. Los domingos, los franceses comerán "paélia" antes de acudir a la "zarzuéla".

El objetivo de esa reforma era acabar con muchas de las excepciones del idioma, aunque las modificaciones cayeron en el olvido. Cerca de 2.400 palabras tendrán dos posibles escrituras, aunque la Academia Francesa recomienda la más moderna.

La medida ha suscitado una viva polémica en los medios de comunicación y las redes sociales, bajo la etiqueta #JeSuisCirconflexe, y ha llegado también a la esfera política. "Renunciar a la ortografía es desfigurar nuestra lengua", denunció en Twitter el exministro conservador Bruno Lemaire.

Un debate "inútil" y "demagógico" para otros, como el lingüista Alain Bentolila, que lo considera "una cortina de humo del Ministerio para dar la impresión de que hacen algo, mientras siguen sin adoptar las reformas costosas que necesita la educación". Los cambios en la lengua, asegura a Efe, no pueden imponerse "desde el exterior", sino que se incorporan de forma "natural" con el uso.

Bentolila, autor de "La lengua francesa para los tontos", estima que la convivencia de los dos modelos traerá "confusión" a los alumnos y asegura que solo responde al deseo de los editores de publicitarse.

Pero el sindicato mayoritario de los profesores de primaria se muestra favorable a introducir el modelo más simple, porque eso también facilitará el aprendizaje, según explica el responsable de la organización, Sebastian Sihr. Aunque el sindicalista reconoce, como Bentolila, que tener dos ortografías a la vez complicará el trabajo de los docentes.

"Están en una posición incómoda, entre la aplicación de la reforma y el respeto al uso generalizado", indica Sihr, que reclama la adopción de la nueva ortografía por todos los editores para acabar con la dualidad.