Más allá de creencias que se enredan en el devenir del ser humano. Más allá de todo eso que cuentan que hay después de la muerte. Más allá, incluso, del cielo que contemplamos a diario está la capacidad de imaginar cosas que no podemos ver. Escuchando a los Niños Cantores de Viena se cruzan dos sentimientos poderosos. Uno tiene que ver con el sonido que en teoría se debe percibir al acceder al reino de los cielos y el otro, el más terrenal, nos acerca a la majestuosa Austria. Al país donde los músicos hipotecaban sus vidas hasta convertir sus obras en piezas de museo: arte invisible que golpea los oídos con la misma dulzura con la que ayer completaron su primer concierto en el XXXII Festival Internacional de Música de Canarias los Niños Cantores de Viena. Las partituras de Vivaldi, Händel, Cherubini, Mozart, Schubert o Rossini crearon una atmósfera ascendente que se rompió con algún que otro inoportuno portazo. San Pedro no estaba muy pendiente de unos pequeños detalles que no quebrantaron la concentración de unos pequeños genios que en todo momento se mostraron con la precisión de un reloj suizo. Talento, disciplina y una dosis de calidad asombrosamente abarcable por unos niños de 10 a 14 años.

Detrás de unos cuerpos débiles e inocentes brillaron unos matices sonoros que convirtieron el concierto de la Catedral de La Laguna en una explosión de sentimientos. Muchos de los asistentes se entregaron a la ternura de sus rostros antes de que abrieran sus bocas; todos se rindieron a la perfección de unas voces que alcanzaron el nivel que el bonachón del profesor Clément Matthieu alcanzó en las escenas más sublimes de "Los chicos del coro". Y es que algunos de los registros que consiguen estos seres de poco más de un metro de altura no parecen de este mundo. La confrontación de varios "Ave María" sirvió para calibrar la grandeza de unas partituras de las que ellos ofrecieron unos pequeños extractos. Fue una degustación de música de alta escuela impartida por unos alumnos aventajados. Una frase, pronunciada por Manolo Cagnin, maestro de capilla y director del coro, en la presentación del concierto fue clarificadora. "No tengo palabras; hablamos a través de la música", dijo en un castellano más que correcto. En ese tránsito hasta que la voz pierde toda su inocencia, los integrantes de la formación vienesa dejaron boquiabiertos a más de dos mil espectadores. Hoy, a partir de las 20:30 horas, ofrecen un espectáculo de mayor calado (y de pago) en la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife. Será otra oportunidad para rozar las puertas del cielo.