Sinceramente, creo que es un exceso convertir la declaración de ingresos y bienes de los políticos en un asunto de público interés: este obligatorio estriptis tiene menos que ver con la transparencia que con el cotilleo, y a mí -que soy un antiguo- se me antoja relacionado con una práctica que antes despreciábamos, que es la de juzgar a las personas por lo que tienen y no por lo que hacen o dejan de hacer. Vivimos un tiempo en el que todo se mide con el dinero: el éxito, el fracaso, la calidad de las cosas, incluso las ideas y su influencia. Pero la historia de los grandes cambios sociales y los procesos revolucionarios está plagada de ejemplos que demuestran que las ideas escapan al efecto del dinero... En el prólogo de uno de sus textos más importantes, "Contribución a la crítica de la Economía Política", Marx asegura que "no es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, es el ser social lo que determina su conciencia". La idea de que la forma de vida determina la conciencia, una de las bases de la filosofía materialista, fue propuesta por un filósofo alemán mantenido durante casi toda su vida por un rico industrial británico, también padre fundador del comunismo, de nombre Friedrich Engels. Yo no creo que la conciencia o la ideología la determinen el dinero que uno tiene. Creo que es más fácil ser avaricioso e insolidario si se tiene muchísimo más de lo que se necesita para vivir, pero eso es otra historia.

Dicho eso, la historia que me ocupa es la morbosa publicación de las declaraciones de bienes y rentas que -por ley- deben hacer públicas los diputados y senadores al inicio (y al final, aunque eso suele olvidarse) de cada legislatura. No parece haber sorprendido a nadie que los parlamentarios del PP sean -en general- quienes cuentan con un patrimonio más grande. El del ministro Soria resulta llamativo: propiedades que bien pueden sumar los dos millones de euros e inversiones y fondos por otro millón y pico, con un sueldo de 73.000 euros. Seguro que es rico por familia. Y el senador Alarcó debe ser aún más rico, porque debe más de 700.000 euros a los bancos, y ya se sabe que los bancos solo prestan al que ya tiene. Otros con el riñón cubierto son Borja Benítez de Lugo y Matilde Asian... Pero lo que de verdad resulta más curioso no es que la gente del PP tenga patrimonio, sino -reforzando la idea de que la forma de vida no determina la conciencia- los salarios de los cabezas de lista de Podemos en Gran Canaria y Tenerife. La magistrada Rosell cobra 95.000 euros año, 22.000 más que el ministro Soria. ¿Cómo se las va a apañar para vivir ahora que en Podemos no dejan a nadie cobrar más de dos salarios mínimos y medio? Y lo mismo le pasa a Alberto Rodríguez, que cobra casi 53.000 euros de la Refinería, diez mil y pico más que lo que cobró el exconsejero canario Hernández Spínola...

¿Chocante? Bueno, una de las pocas ventajas de desnudar estas cosas es que nos demuestran que la sociedad es mucho más compleja de lo que creemos, más llena de matices. Por cierto, que también hay parlamentarios sin un duro: el senador por Lanzarote, José Ramón Galindo, no ha declarado ni la renta, estaba en paro. Y el de El Hierro, Pablo Rodríguez, declaró unos ingresos anuales de 2.700 euros. Habrá que ir revisando el concepto de casta.