La economía canaria debe buscar su propio espacio entre la globalización, vivir de ella y de sus propios recursos y, además, crear empleo mientras lucha por el reconocimiento a sus singularidades y timonea el fraccionamiento insular interno.

No vamos a acaparar todas la inversiones estratégicas que se estudien en Europa pero si debemos usar nuestras bondades económico-fiscales para atraer aquellas que, no solo tengan un tamaño empresarial respetable, sino que sean tractores estratégicos de la economía que le circunda.

No vamos a vivir en la opulencia tan solo con el sector turístico, ni con la hostelería, ni con el comercio. Incluso como tridente económico siempre estarán a merced del paraguas de la coyuntura y con ella tendremos oscilaciones permanentes en el consumo interno y en el empleo.

Lo más evidente es pensar en la diversificación, pero, tal vez, no para sustituir los sectores que hoy apuntalan la economía canaria, sino para complementarla con otra clase de tejido empresarial que no necesite de materia prima o de grandes consumos para ser rentables.

Hace unas semanas sacábamos bajo palio el negocio de la reparación de plataformas petrolíferas, y hoy lloramos por el efecto que la bajada del petróleo tiene sobre esas empresas que ya no tienen como prioridad el mantenimiento de estos activos sino de la reestructuración de los costes de sus empresas mientras el precio del petróleo esté en los niveles actuales.

En una economía global hay dos aspectos que nunca volverán, como las golondrinas de Bécquer, ningún negocio está libre de ser plagiado y recalentado hasta que muera de éxito (construcción, banca o similar) ni volveremos a vivir de un monocultivo como nuestros antepasados.

Ya saben, vivir frugalmente y una dieta en la que no renuncias a nada tiene más opciones de alargarte la vida que si te das, permanentemente, un atracón del mismo producto.

Paradojas y obsesiones, al margen.

pedroa@ceoe-tenerife.com