El Banco de Alimentos de Tenerife atiende en estos momentos en Santa Cruz de Tenerife a casi 12.000 personas, de las cuales 2.522 son niños de entre 3 y 15 años. El resto son adultos, 8.813, y menores de entre cero y dos años, 483.

Todos los usuarios -se entiende que el cabeza de familia- cuentan con la correspondiente valoración de los Servicios Sociales de la capital, realizada por profesionales de alguna de las siete unidades de trabajo social (UTS), dependientes del Instituto Municipal de Atención Social (IMAS).

Por zonas, las UTS Centro y Gladiolos concentran el mayor número de personas atendidas, con 2.926 y 2.669, respectivamente, seguidas muy de cerca por las de Ofra, con 2.575, y Añaza, con 2.203.

El resto de beneficiarios de los alimentos que distribuye el Banco se reparte entre las UTS de la Salud, con 613 usuarios; Barranco Grande, 542; y Anaga, 290.

La cifra de personas atendidas ahora es sensiblemente inferior a la de abril de 2015, según los datos aportados por la propia entidad. En esa fecha, los beneficiarios de la asociación sin ánimo de lucro en la capital eran 13.140.

¿Cuál es la razón? La explicación del descenso no es tanto por que haya mejorado la situación -algo lo ha hecho-, como por el cambio legal que se estableció con la Resolución de 25 de febrero de 2015, del Fondo Español de Garantía Agraria, que establece el procedimiento para la designación de las organizaciones asociadas de distribución y los requisitos que deben cumplir las organizaciones asociadas de reparto.

Una modificación normativa que también afectó a la definición de "persona más desfavorecida", que deberán determinar los servicios sociales, los trabajadores sociales o profesionales de las entidades participantes en el programa que realicen funciones asimiladas. Es decir, que aumentó el control.

Así lo explica Hernán Cerón Espino, presidente del Banco de Alimentos de Tenerife, quien reconoce las bondades del nuevo sistema. "Tiene que ser así, es más justo. Antes se cometían excesos; ahora una trabajadora social desnuda a la familia, y hay algunas que no quieren dar esa información", remarca.

En este sentido, Cerón reconoce el trabajo que realizan todos los Servicios Sociales, y, en particular, los del Ayuntamiento de Santa Cruz. "Les tengo mucho respecto y estimación. A veces no entiendo las críticas", enfatiza.

Los usuarios tienen que ser previsores

Aún dolido por la denuncia realizada hace días por la Asociación para la Cultura y el Ocio de la Tercera Edad (Acote), que criticaba la lentitud de las valoraciones de las UTS y aseguraba que tenían alimentos, pero no gente a quien repartirlos, Hernán Cerón trata de matizar la controversia. Por un lado, remarca que las UTS "no están solamente para atender derivaciones urgentes de gente que necesita comida. También hay personas que necesitan otras ayudas". Y, por otro, hace responsable, en parte, a los beneficiarios de los retrasos que se pueden producir en el reparto de alimentos. "Si esperan a que se caduque su derivación es normal que vayan a tener un retraso en los Servicios Sociales del ayuntamiento", afirma. "Tienen que ser previsores e ir antes de que se caduque para ganar tiempo", subraya. De cualquier forma, Cerón recuerda a Acote que si tuviera exceso de alimentos debe devolverlos al Banco.

¿Cómo se articula el reparto de alimentos?

El reparto de productos, bien propios -los que logra el Banco de Alimentos con donaciones y campañas-, bien procedentes del Fondo de Ayuda Europea para las Personas más Desfavorecidas se realiza a través de dos fórmulas. La principal es a través de las distintas asociaciones que, en varios puntos del municipio, se dedican a este fin. El resto se distribuye directamente en comedores sociales. En 2015, el Banco de Alimentos repartió en Tenerife 2,1 millones de kilos, unos 102.000 menos que en 2014.