La noche del jueves doña Monsi tiró la casa por la ventana, y esto dicho en el sentido literal de la expresión; o lateral, según se mire, porque la presidenta empezó a lanzar sus muebles y objetos al patio de al lado, donde se une nuestro edificio con el colindante. El enorme estruendo despertó a Eisi justo en el momento en que la mujer arrojaba un viejo tocadiscos, al que debió darle un geitito raro porque el aparato llegó ileso al suelo y, como llevaba incorporado un vinilo de Camilo Sesto, empezó a sonar su inolvidable "Vivir así es morir de amor".

-Un poquito de respeto con la gente que madruga, hombre -grito Eisi como gallo enfadado.

El golpe que se llevó el tocadiscos inmortal hizo presión sobre la aguja que se quedó enganchada eternamente al vinilo desde el que la voz lastimera de Camilo Sesto se empeñaba en recordarnos aquello de "por amor tengo el alma herida y no quiero más vida que su vida, melancolíaaaa".

En apenas cinco minutos, los vecinos nos encontramos asomados en las ventanas del patio lateral y en una circunstancia que ya se ha convertido en un clásico de este edificio: en pijama. Allí estábamos todos menos la Padilla, que anda atemorizada por el virus del zika y ha decidido sellar cualquier rendija de la casa por miedo a que entre el fatídico bichito. Para evitar que cualquier insecto ronde al cochino, se pasa el día bañando a Cinco Jotas, que ya huele mejor que mi jabón de marsella.

-Algo grave le debe pasar a doña Monsi, porque, con lo tacaña que es, no parece normal que se despoje de sus cosas -advirtió María Victoria.

Eisi y Neruda intentaron entrar en su piso y detener aquello, pero la mujer había puesto el doble fechillo a la puerta.

-Señora, déjenos pasar o llamó a la policía -amenazó Eisi, pensando que aquella iba a ser la primera vez en toda su vida que esperaría con alegría la llegada del cuerpo de seguridad.

-¡Largo! Esta es mi casa y hago lo que me da la gana -respondió agitada la mujer.

-Será su casa, pero el patio es de todos y no puede convertirlo en un basurero. Egoísta, mala persona, hija de... -logró decir Úrsula antes de que su hermana le tapara la boca.

-Solo hago lo que me recomendó Xiu Mei: limpiar mi interior y despojarme de lo que no me sirve -se justificó la presidenta.

-Pero, por favor, mi mujer se referiría al interior de su alma, no al de su casa -le aclaró Bernardo en defensa de su esposa a la que toda aquella discusión le sonaba a chino. Bueno, en su caso, más bien a ruso.

Después de veinte minutos lanzando objetos por la ventana, la audiencia había crecido. Ya no éramos solo los vecinos de nuestro edificio los que asistíamos a aquel espectáculo sino también los del contiguo.

-¡Qué vergüenza! ¡Gentuza! -gritó una señora que, por su aspecto adormilado y blanquecino, debía llevar muerta desde hacía años y aun no se había dado cuenta.

-¡Guau! temazo de Camilo Sesto para una noche de febrero -comentó nostálgico un señor.

En vista de la deriva que estaba tomando la situación, Eisi decidió subir al piso de la Padilla, que vive justo encima de doña Monsi, y dejarse caer hasta su ventana.

-Abre, Padi -le ordenó Eisi aporreando el cristal.

La mujer, envuelta en un mosquitero, abrió de mala gana y le dejó pasar pero cuando él le pidió que abriera la otra ventana que daba al patio lateral se negó en rotundo y Eisi tuvo que actuar por la fuerza. Ella chilló desesperada.

-¡Cinco Jotas no salgas de tu cuarto!

Recordando sus tiempos de prisión y el momento en que intentó fugarse, Eisi se deslizó como un perenquén hasta la ventana de doña Monsi, entró y logró reducirla antes de que lanzara el televisor.

Al día siguiente, ante la amenaza de una denuncia por parte de los vecinos del edificio de al lado, Carmela tuvo que bajar al patio común y limpiar aquel desaguisado. Cuando creíamos que todo había vuelto a la normalidad, la Padilla salió a la escalera como una loca: un mosquito había picado a Cinco Jotas en una oreja.

Todos nos quedamos sin palabras. Todos, salvo Camilo Sesto.

@IrmaCervino

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