Homer Simpson dijo una vez que "la gente se inventa estadísticas con tal de intentar demostrar algo, y eso lo sabe el 14% de la gente". Pues sí, la creación de Matt Groening tenía mucha razón. Si lo extrapolamos al siempre divertido panorama político, los ejemplos tumbarían la imaginación del propio Valle-Inclán porque no hay más esperpento que un responsable público evidenciando el desconocimiento entre datos relativos y guarismos absolutos.

No obstante, hay que diferenciar entre los ignorantes innatos y aquellos maestros en lo rufianesco que tejen números con el propósito de modificar la percepción de la realidad y así compensar su gestión y que ésta resulte favorable ante la opinión pública. Queda más que constatado que el uso de la estadística es el arte del trilero.

Como leí una vez: si tu vecino tiene cuatro coches y tú ninguno, para la estadística, ambos tienen dos. En este sentido, el prestigioso científico Stephen K. Campbell explicaba que "la continua perversión de la estadística hace que el ciudadano, en un principio, acepte las conclusiones sin ejercer crítica alguna, por suponer que las cifras no mienten; al comprobar que sí pueden mentir, ahora se deduce que lo único que pueden hacer es engañar". ¿Cuántas veces nos han colado en entrevistas o debates datos de procedencia indemostrable? Políticos, periodistas y ciudadanos somos víctimas del abuso estadístico por nuestro analfabetismo numérico, por nuestro "anumerismo" (teoría de Douglas Hofstadter).

Sin embargo, sí me he dado cuenta de que, normalmente, tres de cada diez concejales en municipios con más de 20.000 habitantes suelen aportar datos por encima de sus posibilidades intelectuales. ¿Nunca han escuchado al representante público de turno jactándose de su analfabetismo matemático? La respuesta me la dio el doctor en Física Bartolo Luque Serrano, de la Universidad Politécnica de Madrid: "Aunque de números él no entienda, le parece signo de profunda incultura el desconocimiento de quién era Cervantes; ambas negligencias son incultura, y la ignorancia siempre ha sido la puerta de entrada para las injusticias, los atropellos y el engaño".

Sin entrar en alarmismos semánticos, existe un uso terrorista de la estadística. Se lleva a cabo una pericia exenta de empatía que reduce nombres y personas a simples datos carentes de vida, porque en la sociedad de los números los ciudadanos han pasado a convertirse en la extensión del expediente con el código 2.115. Al fin y al cabo, todos somos estadísticas, catastros, padrones, censos, recuentos y cómputos.

Dejando el lado más tóxico de los porcentajes, proliferan portales económicos que han acuñado la expresión de la "estadística mentirosa", con ejemplos jocosos que demuestran que los números los carga la diosa variable: "El 30% de los accidentes de tránsito ocurren cuando el conductor está ebrio; por lo tanto, el 70% de los accidentes ocurren cuando el conductor está sobrio. Como consecuencia, es más seguro conducir ebrio que conducir sobrio".

Si los ven, ya saben: trileros con estadísticas en la mano, ciudadanos en peligro.

@LuisfeblesC