Afirma Enrique Rojas, catedrático de psiquiatría, que "no existe una crisis de la familia, existe una crisis de la persona. Hemos fabricado, hemos creado personas cada vez más inmaduras, más frágiles, de menos resistencia, menos sólidas, menos preparadas para el amor". Y, tras la primera impresión, su sentencia encierra una verdad muy consoladora: el padecimiento no afecta a la familia ni al amor -esto sí sería terrible-, sino a la persona; y para ese desamor existe remedio.

Quede para otra ocasión el tema de la inmadurez, para así centrar la cuestión en sanar el desamor, pues en opinión del doctor Rojas, "la primera epidemia mundial que existe en la actualidad no son las drogas, ni el sida, ni las depresiones, ni el estrés, sino las rupturas conyugales". Con esta declaración no pretende -sería infame- realizar juicio moral alguno sobre nadie en particular, pero sí decir con valentía que, en su consulta diaria, conoce a fondo la existencia de muchos jóvenes que no han podido construir su mundo afectivo porque no han crecido en una familia estable.

Tomo del libro "Remedios para el desamor" de Enrique Rojas varios consejos para las crisis de las parejas: hacer borrón y cuenta nueva para digerir el pasado y evitar el "recuento intermitente de faltas"; prescindir de las discusiones pues "producen un gran deterioro y un cansancio psicológico muy grande", de tal forma que en "las parejas que funcionan bien se discute muy poco"; aportar alegría de modo habitual, porque "cuando se tiene sentido del humor, se domina la vida"; cuidar el arreglo exterior como modo de gratitud -no de vanidad-; compartir la intimidad que "es una de las cosas que más enamoran"...

Pero querría apuntar dos cuestiones, acaso menos conocidas. Una, más teórica: el grave peligro que amenaza al amor cuando se convierte al otro en un absoluto, porque en la convivencia todos somos relativos, y todos evidenciamos nuestras carencias. En esta concepción absolutista, el amor se disfraza bajo la apariencia de algo indestructible; pero si se concibe el amor así, cuando llegue alguna decepción se vivirá como si fuera una afrenta grave o una traición -y tal vez no sea nada más que una fragilidad superable-.

Gustave Thibon lo explica así: "No amamos a un ser porque sea único, sino que, al contrario, llega a ser único porque lo amamos". Esta sí es una mirada real, maravillosa. Bajo ella, los problemas se superan; ponen a prueba la relación, nos hacen sufrir, pero tras vencerlos, fortalecen.

Por último, una idea práctica. Se trata de elaborar un plan para que "un día cada dos semanas o al mes se procure hacer todo lo posible para agradar a la otra persona". Aunque esto puede ser labor de un terapeuta, con imaginación lo puede realizar cualquiera. Es especialmente útil cuando comienza a aparecer un déficit motivacional. Transcribo un ejemplo del libro del doctor Rojas: "1. Que durante el desayuno me hable y no se dedique a leer el periódico, que me cuente lo que va a hacer aunque no sea importante... 2. Que me dé un beso al irse o al llegar... 3. Que me diga algo agradable sobre mi físico o alguna cosa simpática o bromista... 4. Que al llegar del trabajo pierda un rato de tiempo en jugar con su hijo...". O sea, como celebrar un cumpleaños. Ah, y hoy es un día perfecto.

"Cuéntamelo otra vez, es tan hermoso / que no me canso nunca de escucharlo. / Repíteme otra vez que la pareja / del cuento fue feliz hasta la muerte, / que ella no le fue infiel, que a él ni siquiera / se le ocurrió engañarla. Y no te olvides / de que, a pesar del tiempo y de los problemas, / se seguían besando cada noche. Cuéntamelo mil veces, por favor: / es la historia más bella que conozco". Amalia Bautista, lo cantó mejor que nadie.

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