En mayo se trasladará a Mozambique para entrenar a un equipo de fútbol de niños invidentes. No recibirá nada a cambio. Solo agradecimiento y la satisfacción de haber sido útil allá donde más se necesita una ayuda. Será una aventura más en la que agregará solidaridad a dos de sus pasiones, los viajes y el deporte al que siempre estuvo vinculado; una práctica que puso en marcha en 2011, sin planes a largo plazo, y que se ha convertido en un reto personal para el tinerfeño Juan Roque Alberto.

Después de media vida guiando a equipos de base de la Isla, se le ocurrió utilizar el fútbol como vehículo para llegar -en todos los sentidos- más lejos. Eligió un país que no contara con las infraestructuras y los métodos con los que había desarrollado su carrera como entrenador, buscó la manera de establecer el vínculo con el lugar, recopiló material deportivo y preparó las maletas sin imaginar que acabaría repitiendo ese proceso un par de veces cada año. Senegal y Gambia fueron sus primeros destinos. "Un amigo estaba allí colaborando con una ONG y me animé a viajar con la intención de donar unos uniformes que me habían dado varios clubes de Tenerife y de entrenar en Dakar y Lamin. En total estuve dos semanas. Ese fue el principio", recuerda Roque refiriéndose a un primer viaje que, como todos los demás, pudo realizar utilizando sus ahorros. Tras esa experiencia inicial, ya no pudo parar. A partir de entonces voló en 2012 a Cuba; se marchó a Marruecos, a El Aaiún (2013); continuó en Cabo Verde (2014); cruzó el Atlántico para conocer Panamá y Colombia (2015); y pasó el último verano entre Gambia y Mozambique.

Y en cada sitio, vivencias, enseñanzas, anécdotas... Todas, con el balón como elemento en común. Por ejemplo, en Cuba llegó a preparar durante unos días a la selección sub''17 con vistas a un torneo premundial. Panamá fue testigo de que la voluntad de cooperar estaba por delante de cualquier plan, tal como repasa el entrenador de El Tablero: "Tenía un contacto allí, pero me dio largas y no apareció. Viajé de todas formas y, una vez allí, me planté en una zona llamada Los Andes. Vi un campo de fútbol desde la altura y me acerqué caminando. Me metí en un lugar conflictivo. De hecho, el que cuidaba el campo me avisó de que cuando terminaban los partidos, según el resultado, acababan a tiros. Pero seguí y me encontré a unos chiquillos, a los que les dije que había viajado solo para entrenar. Fui a un centro comercial y compré cinco balones para empezar".

Luego, en El Aaiún le plantearon poner en marcha un proyecto más estable. "Me preguntaron si quería hacer una gira por los pueblos de la zona para fomentar el fútbol y hacer cursos de formación para los entrenadores", cuenta Roque sobre un viaje en el que ejerció de ponente en una charla a pesar de la barrera del idioma. "No hablo ni francés ni inglés. Pero el fútbol tiene un lenguaje universal. Cuando quiero que los chicos hagan un ejercicio, los muevo en el campo y me entienden. De todas formas, sin querer ofrecí una charla en la Universidad Eduardo Mondlane, de Maputo, Mozambique. Un profesor cubano me hizo la traducción. Me presenté y hablé sobre fútbol a alumnos de Educación Física".

Su siguiente objetivo consiste en regresar a Mozambique y Gambia y pasar a Guinea Bissau. "Son tres horas en guagua", apunta Alberto. Entre los preparativos tiene la prioridad de conseguir cincuenta balones, porque "con un juguete se entretiene un solo niño, mientras que con una pelota lo hacen veintidós. Y es algo que escasea mucho en lugares como Gambia. Así, los chiquillos pueden hacer deporte en esas calles arenosas en las que conviven".

En Mozambique le esperan unos futbolistas muy especiales. "Volveré para entrenar a los niños ciegos. Es muy complicado conseguir balones de cascabel. Los tienen que buscar en Sudáfrica y tampoco es que haya muchos. Quiero ir a la ONCE a ver si pueden aportar algunos", revela Roque, que ya piensa en Tanzania y Kenia como futuros destinos. "Son viajes incómodos, con baches, pasos de fronteras y demás, pero es algo que surgió así, sin más, y que ha ido cogiendo fuerza. En lugar de gastarme el dinero en ir a Nueva York o París, prefiero estar en países pobres y ayudar de alguna manera. De paso, satisfago dos pasiones, la de conocer culturas y la de entrenar y llevar equipaciones". Convencido de que el suyo es un caso único, afirma que "misionero del fútbol" es una manera de definirse.

apuntes

El CD Tenerife es una de las entidades que han donado material, así como la Escuela Municipal de Candelaria y los equipos Esférico FC y CD Cardonal.

Los enlaces. Roque Alberto destaca la labor que realizan asociaciones como Aseda, "que tiene el colegio Canarias de Lamin", Amigos de Villacisneros, en Marruecos, o Aeroclube, en Mozambique.

Canterano blanquiazul. Tras formarse en los filiales del Tenerife, llegando a jugar en el Juvenil A, dentro de la promoción de la que salió Quique Medina, entre otros, y de debutar en el Aficionado, a las órdenes de Justo Gilberto, Roque decidió retirarse con solo 21 años para ser entrenador nacional. Ha dirigido al Valeriana infantil, Yanira B infantil, Unión La Paz juvenil, Casa Venezuela, San José B y Añaza y Candela de Regional. También fue ayudante de Andrés Clavijo en la selección canaria. Ahora está al frente del benjamín de la Escuela Municipal de Candelaria.