A lo largo de estos años de democracia, las experiencias vividas nos han deparado acciones que revelan el comportamiento del ser humano en su faceta de aprendizaje. Tal es así que hemos visto a progresistas ejercer como tales en la primera mitad de sus legislaturas, e ir experimentando una metamorfosis en la medida en que han ido aprendiendo los entresijos de la administración de los dineros públicos. Y si en la primera fase de gobierno todo eran gestos de buena voluntad y, por qué no decirlo, una abierta inclinación al despilfarro de dinero oficial en pro de sus descamisados, en la segunda fase, advertidos por los economistas integrados en sus propias filas, unido a las exigencias de los patrocinadores que financiaron su triunfo en las urnas, comienzan a rectificar con un inesperado aumento impositivo para volver a llenar las arcas públicas, al tiempo que conceden a su vez premios de consolación a los inversores que creyeron en los beneficios a corto plazo. De este modo surgen los llamados "pelotazos", que no han sido sino la correspondencia por los apoyos interesados de los que apostaron su peculio a caballo ganador. Citar ahora casos, cuando están en la cronología de las hemerotecas y en los continuos escándalos de corrupción, resultaría prolijo. No obstante, esto sería más o menos el resumen de consolidación de una legislatura que se encamina hacia la repetición, por mor del encantamiento de las frases recurrentes de los candidatos, que llevan como justificación de sus acciones de gobierno un tiempo de preparación para la meta futura de una Arcadia feliz, siempre que les otorguemos de nuevo nuestra confianza mayoritaria. Consentimiento que de cumplirse dará comienzo a una segunda vuelta de mandato carente ya de máscaras afectivas, donde la tiranía mayoritaria empezará a ejercer sus dictados económicos y sociales de una manera tajante, firmemente anclada en la experiencia de la legislatura anterior. Entonces comenzarán a imitar, y superar incluso, las acciones que tanto criticaban de sus oponentes, porque se han dado cuenta de que los medios para hornear pan y repartirlo a mansalva comienzan a escasear, y que sus cifras macroeconómicas se tambalean en el mercado internacional, haciendo que los inversores dejen de confiar en su política económica, con la consiguiente caída de la Bolsa y la subida de la prima de riesgo. De esta forma, lo inmediato será el incremento de la fuga de capitales hacia lugares más seguros y con mejores réditos gananciales; o bien en confortable hibernación a la espera de cambios políticos en los llamados paraísos fiscales. Mientras tanto, el pueblo, atenazado por los impuestos y todas sus carencias, seguirá sumido, pese a sus quejas estériles, en un conformismo bovino preguntándose cómo se dejó engañar por semejantes fabuladores.

Esto, en síntesis, es el argumento básico del rodaje de cualquier nuevo partido que salta de improviso a la arena política, espoleado por la inoperancia del anterior y la animosidad popular generada por sus actitudes prepotentes al haber aplicado el llamado rodillo mayoritario. Con estos mimbres tejerán en principio un cesto más confortable para llenarlo de promesas de solidaridad e igualdad social. Una entelequia que sonará bien en los primeros compases, pero que terminará como una sinfonía inacabada por falta de inspiración o degradación de los valores morales de muchos de sus promotores. Demócratas oportunistas que siempre hablan de regeneración, sin darse cuenta que serán muchos de ellos los futuros actores de una comedia infinitamente repetida, desde que el primer homo sapiens supo lo que era la ebriedad permanente del poder.

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