La política canaria homenajea el mito de la eterna juventud en la praxis pública y jubila las penas de la regeneración en discursos cargados de oportunismo mediático. Los "nuestros" aman el hedonismo desde las administraciones casi tanto como el pintor Basil Hallward al joven Dorian Gray. Es justamente ahí, en el mundo de Oscar Wilde, donde el símil se hace realidad, mercadeando las ansias de unos y de otros por conservar la belleza y permanecer eternamente jóvenes en una sociedad que ruge cambio y demuestra un rechazo al mensaje cosmético.

El tripartidismo regional ha canjeado votos por una inmunidad casi divina, ponderando una superficialidad en la gestión comparable al desenfreno de Dorian, que satisface todos sus deseos sin límites ni prejuicios. Los tribunales dicen que algunos se sienten cada día más enamorados de su belleza y potencialmente más seducidos por la corrupción de su alma que por custodiar el sagrado precepto de la misión pública. Para refutar la metáfora literaria, dejemos de mirar al Londres de blanco y negro para otear el horizonte de los hedonistas que pactaron con la diosa codicia en Arona, con extorsiones a empresarios, mordidas y un insultante número de acusados y testigos.

En la política canaria, las historias están escritas en tercera persona, como en el "Retrato de Dorian Gray", dando la sensación de que el relato es ajeno a ellos, sin que sea necesario participar en el desarrollo de la acción. Mientras que en la novela del pueblo llano la Cruz Roja alerta del aumento de la pobreza en el Archipiélago (con un grado de vulnerabilidad social que se sitúa en torno al 30%), los hacedores del bien común pelean por los protectorados que regala el pacto regional en municipios influyentes. Sin elementos retóricos para enmascarar la vergüenza, la pobreza infantil alcanza ya al 92% de los niños y niñas que son atendidos por esta ONG, y la tasa de paro de sus usuarios llega al 67,3%.

Entretanto, la moraleja de Wilde nos enseña la interacción de motivos narcisistas y grandiosos que acarrearon los asesinatos de Dorian, las llamadas víctimas desapercibidas; es ahí donde la realidad supera a la ficción en las Islas. El compadreo, la carta blanca de las entidades bancarias y el pasotismo de la clase política tienen también sus sacrificados: los juzgados de Canarias ejecutaron solo en el tercer trimestre del año 2015 cerca de 445 desahucios como consecuencia de deudas hipotecarias. La escasa moral lastró el futuro del joven Gray; sin embargo, la falta de ética de los gobiernos ha impedido legislar para que los bancos cedan sus viviendas vacías a los ayuntamientos.

Por desgracia, el mito de Dorian Gray está extendido en la sociedad isleña como sinónimo de vanidad y ambivalencia en la política, ejemplo que puede apreciarse en la lucha contra la violencia machista que defiende la Administración insular: de un presupuesto de 648 millones, destina 5,1 a la unidad de violencia de género.

El último capítulo concluye con un mensaje que invita a la reflexión: "Y es así como termina un hombre preso de su vanidad y orgullo...".

@LuisfeblesC