"El desarrollo y la recreación de la estética por la estética, el placer de crear sin objetivo social, ni personal, la creación como un elemento de disfrutar haciendo". Así comienza el folleto de una exposición de pintura llamada "Abstracto en azul", de Francisco Olivas, que estos días exhibe la sala de exposiciones del Casino de Tenerife.

En el acto de presentación mi amiga Sonia explicó algunos detalles técnicos del trabajo que realiza este pintor desde hace años, que, por profana en la materia, soy incapaz de reproducir aquí, y te dan idea de la identidad de Francisco y de su creación. Además del recorrido por las hermosas composiciones abstractas que cuelgan de las paredes, yo me quedo con otro momento. "Me he saltado algunas normas (de su técnica pictórica, se entiende) y empecé a disfrutar". Entre las palabras de bienvenida del autor, estas resonaron en mi cabeza. Las pronunció con total naturalidad y a mí me parece que descubren un mundo no solo de las entretelas del resultado, sino de las entrañas de su trabajo mismo, del esfuerzo y de las horas que imagino habrá invertido pintando, creando.

La "norma" que saltó por encima esta vez fue dejar a un lado el habitual color claro del fondo para utilizar en esta ocasión un azul intenso. Lo cual le ha supuesto un reto cromático, una especie de desafío a la hora de plasmar el resto de los colores, combinarlos y seguir obteniendo infinidad de matices. "Empecé en pequeño (en pequeñas cartulinas) porque empecé jugando, y luego ya seguí haciendo más", nos explica, parados delante de uno de sus cuadros. Da la impresión de que justamente ese enfoque, como desentendido del resultado, le hubiera permitido centrarse en lo que quería: pintar disfrutando.

La escritora Elizabeth Gilbert tiene una interesante teoría: mantener a raya el éxito o el fracaso de tu obra es lo que te permite seguir creando. Incluso, crear sencillamente por seguir creando. En una charla TED, que puedes ver en Internet, explica los padecimientos que sufrió tratando de colocar alguno de sus artículos o que, a través de algunos de sus relatos, alguien la descubriera. No logró que nadie le publicara durante seis años. Dice que le resultaba "devastador" preguntarse a sí misma si lo que debía hacer era renunciar a seguir escribiendo y "ahorrarse ese dolor". Entonces decidió lo que ella llama "volver a casa". No está hablando de volver a ningún sitio en concreto, sino de volver "al trabajo de escribir" porque escribir "era su casa". Porque "amaba más escribir de lo que odiaba fracasar escribiendo". En aquel tiempo trabajaba de camarera y siguió escribiendo.

Veinte años después logró un enorme éxito con la publicación de "Comer, rezar, amar", y sin embargo, la escritora se evocaba a sí misma en aquella otra época derrotada, sometida como estaba a la presión de no defraudar con su siguiente libro. Tanto el fracaso como el éxito, explica, nos desorientan, nos catapultan a la "decepción cegadora" o al "cegador resplandor del reconocimiento, la fama, el elogio". Y aquí, insiste, es difícil saber qué es lo bueno y qué es lo malo. En ambos casos, lo único que sientes es que "has sido desplazado de ti mismo". Y encontró la misma solución que veinte años antes: ponerse a escribir por el placer de escribir, "volver a su casa". "Dedicar tus energías a lo que amas, con tal devoción que los resultados finales se vuelvan insignificantes", afirma Elizabeth.

Me admira cómo pintor y escritora se apartan del resultado. Probablemente esto explique su valentía y su hacer "jugando". Tras un cuadro o un libro, o lo que quiera que sea, vendrá otro cuadro, otro libro y lo que quiera que sea. Lo esencial es seguir creando.

@rociocelisr

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