África no se llama África, sino Carmen -"me enteré cuando me casé", dice divertida- pero ya ni siquiera es así en los papeles. Para ella y los muchos a los que ayuda, es África a secas. En la Casa Real añaden sus apellidos, Fuentes González, y las señas al nombre de pila para enviarle tesoros como la postal con las firmas de los cuatro miembros de la Familia Real: Felipe VI, Letizia, con la que se cartea y da consejos desde la veteranía que le dan sus 78 años, y las dos infantas: Leonor y Sofía.

¿Cómo ha llegado África a este nivel? Todo parte de la ceremonia para recibir la Medalla al Mérito Civil para lo que "ni sabía ni sé quien me propuso" en junio del año pasado. Entonces "pensé que era una broma", pero con los meses ha cambiado su respuesta ante la llamada de la Casa Real. El motivo, la confianza y el cariño de la "primera familia española", sobre todo de Letizia, que "me pide consejo. Le gusté de entrada, tal vez por el desparpajo y la falta de protocolo. La tuteo sin formalismos y eso le impactó." Lo dice con absoluta naturalidad como un episodio más de una vida muy intensa.

África pasó "mucha hambre" de niña. Nació producto de "un penalty" de su padre, Vicente, "el señorito" que era ateo (de ahí lo de Carmen) a su madre, Venancia, "la sirvienta". Luego crió a sus cinco hermanos. "Vivía descalza en la montaña de San Roque, donde me crié con mi abuela. Esa hambre me ha llevado a luchar para que nadie pase lo que yo". Trabajó de peluquera en Santa Cruz, se casó con Manuel a los 17 años, y su único estudio "ha sido la vida".

La labor solidaria empezó en la Cuesta de Piedra junto a su marido, Manuel Perea. Allí creó el Comedor del Amor que durante seis años dio todo a los necesitados. Las dos ideas, comedor y amor, las trasladó luego, hace unos siete, a García Escámez, el barrio de Manuel, donde vivieron juntos.

"Le echo de menos -murió hace un año-, pero ya no lloro. Se lo pedí al señor (es creyente evangelista) y se me secaron las lágrimas". África es el alma de la Asociación Sociocultural del barrio, mezcla de ONG y colectivo vecinal. Hoy da alimentos a 850 personas, pero todo empezó con una sola. O, mejor dicho, dos.

"Un día vi a un niño de unos ocho años y a su padre rebuscando en la basura, relata. Sacaron una manzana medio podrida y el niño se la comió. Le pregunté al padre y me dijo que no tenía para darle de comer a su hijo. Me los llevé a mi casa y así empezó todo".

Ese "todo" es ahora un mundo de solidaridad gracias a esta mujer pequeña de estatura pero grande de corazón. "Pido y la verdad es que casi siempre me dan", resume.

Ese mundo incluye a los chicos del barrio, a los que dio una oportunidad, "lo único que pedían". Comenzó a trabajar para que los jóvenes se animaran a entrar en el recinto y fueran partícipes de la vida en comunidad. Ahora juegan al billar en las dos mesas que colocó en el local de la Rambla Central de Ofra. Y se afanan en limpiar, transportar la comida o ponerse a las órdenes de "la madre o la abuela de todos". Ella se siente respetada y cuenta una anécdota: "Una vez me sacaron un cuchillo y me intentaron robar. Le hice frente y acabó dándome cinco euros. Luego lo vi en la cola para pedir comida y ahora es como si fuera mi hijo".

Le diagnosticaron un cáncer hace algún tiempo pero lo mira de frente. "Como, duermo y vivo con él. Cuando venga la muerte la quiero ver la cara", sentencia. Fuerte como corresponde a quien ante terribles males contagiosos como la tuberculosis o el sida respondía abrazando sin protección a los enfermos terminales: "Vi morir a muchos", recuerda.

Madre de seis hijos, prefiere vivir sola (todo carácter). Relativamente sola, claro, porque ahí está siempre su fiel perro "Nano", activo a sus 17 años (casi 94 años en la comparativa con los humanos). Un tesoro para ella como las firmas de los cuatro miembros de la Familia Real. Sus amigos.

"No todo el mundo tiene esto"

Lo dice con orgullo quien desde que recibiera hace cuatro meses la Medalla al Mérito Civil (imagen del cuadro) mantiene una relación fluida con la Familia Real.