Quienes nos hemos impuesto como tarea la redacción de un artículo semanal para que sea publicado en un periódico sabemos que el escrito en cuestión debe estar en la redacción un par de días antes. Los míos suelo escribirlos también con la suficiente antelación a fin de evitar problemas de última hora, con lo cual se está dando pie a que durante ese tiempo surjan otras noticias del máximo interés. En esta situación la primera intención del articulista es escribir uno nuevo y postergar la publicación del anterior, lo cual entraña el peligro de que, cuando salga a la luz, no esté ya de actualidad; que es lo que me ha sucedido con este que, estimado lector, ahora lees, aunque con una gran diferencia: todos los temas relacionados con la escollera del barrio de Las Teresitas continúan mereciendo la atención de quienes aquí vivimos.

Algo que, esto último, merece ser tenido muy en cuenta, puesto que la opinión de quienes vienen sufriendo un daño es lo primero que las autoridades deben considerar llegada la hora de adoptar una decisión. Sin embargo, hay que ponerse en la piel de estas, puesto que la amenaza de prevaricación está latente en cualquier acto, de modo que resulta comprensible la demora que a veces sufre cualquier proyecto -sobre todo los relacionados con urbanismo- ante la posibilidad de ser sus autores o gestores objeto de una querella.

Pero el temple de un político se demuestra en la adopción de decisiones cuando las circunstancias le son adversas. Conocedor de los peligros que ellas pueden ocasionarle -aunque sabedor al mismo tiempo de la lentitud de la justicia- no debe quedarse con los brazos cruzados a la espera de un dictamen judicial, que Dios sabe cuándo se producirá. Y es que demorar por más tiempo la ejecución de la obra mencionada sí que sería un delito. Durante décadas ha sido esa la aspiración de todo el barrio. Al final se ha conseguido la financiación y se ha logrado que las obras comenzasen en un tiempo récord, con lo cual no parecen ser de recibo las pegas aducidas por Ben-Magec-Ecologistas en Acción y ATAN. Estas entidades, que merecen todo mi respeto y felicitaciones por su actitud valiente y decidida cuando el medio ambiente peligra, deben tener en cuenta, creo yo, que a veces sus críticas resultan extemporáneas, como es el caso. La obra que se está realizando era y es completamente necesaria, el barrio clamaba por ella; el mismo Tribunal Supremo, al ser declarada de urgencia, se pronunció en su día en contra de la suspensión de las obras al no contar con la preceptiva evaluación ambiental, pero todos esos hechos carecen de importancia para unos colectivos que en algunos casos -afortunadamente, pocos- se equivocan en sus apreciaciones.

No es deseable modificar lo que la naturaleza nos ha dado, pero si hay que hacerlo por el bien de los ciudadanos tampoco hay que dudarlo; eso sí, conservando al máximo el entorno. Poner en duda a estas alturas "la construcción de la avenida sobre la antigua playa del pueblo, hace más se 40 años", no parece ser la actitud más constructiva, ya que gracias a ella San Andrés, sus habitantes, han podido conocer un futuro que hasta entonces se le había negado. Lo mismo se dijo cuando en Garachico se construyó la avenida Adolfo Suárez -contra el criterio de algunos ecologistas, aunque entonces había pocos-, y nadie ahora se atrevería a dudar de los beneficios que ella ha producido en el pueblo.

Es más importante el bienestar de la gente que la conservación de unos sebadales.