La mejor campaña publicitaria de Tenerife siempre nos ha salido gratis. Porque la mayor promoción que siempre ha tenido esta tierra es la satisfacción de los turistas que nos visitan, que les cuentan a sus familiares, amigos y conocidos lo bien que se lo han pasado. Tenemos un altísimo porcentaje de "repetidores", de gente que vuelve a visitarnos en cuanto puede.

Somos un destino de distancia media, lo que supone que el viaje en avión es moderadamente largo (cuatro a seis horas), pero no te da la sensación de perder todo un día volando (como ocurre cuando se eligen destinos transcontinentales). La distancia, por cierto, también afecta a los precios de los vuelos, que son sustancialmente más baratos cuando su destino es Canarias. Tenemos un clima excepcional a lo largo de todo el año, porque por mucho que aquí nos quejemos de frío somos un horno en comparación con el pelete que se pasa en los países europeos desde donde nos vienen los turistas. Y tenemos un abanico de paisajes sorprendentes en una isla maravillosa que, gracias a dios, nuestra torpe afición por el bloque visto y el techo de uralita no ha terminado de cargarse.

Pero todas esas ventajas no son nada en comparación con la tranquilidad y la seguridad. Porque ese es nuestro mayor tesoro. Somos un destino seguro desde todos los puntos de vista. Sanitariamente hablando, los turistas sienten que están en una sociedad que cuenta con servicios médicos europeos de primer nivel. En términos financieros y jurídicos se mueven protegidos por leyes y regulaciones igualmente europeas y con la misma moneda que utilizan en sus países. Y por último, se sienten a salvo de la violencia que ha estragado otros destinos históricos (Egipto o Túnez) con atentados terroristas y muerte. Uno de los factores que más pesan en nuestro éxito es que somos un destino seguro.

O lo éramos. Porque desde hace ya una larga temporada a nuestros turistas les roban en las playas, les asaltan en los paseos, les levantan las maletas en las colas del hotel o les asaltan en las habitaciones. Desde hace un tiempo podemos leer asombrosas noticias de residentes extranjeros asesinados en su domicilio, de un empresario secuestrado y asesinado y otro en la UVI a causa de una sospechosa paliza...

El "boca a oído" funciona de forma inexorable también para difundir la alarma. Y la prensa sensacionalista europea se ocupa siempre -con entusiasmo subvencionado- de llevar a titulares los sucesos que ocurren en Tenerife. Muchos residentes extranjeros y visitantes empiezan a decir que esta isla ya no es tan segura y tan idílica como antes. El silencio y la discreción que siempre ha defendido el sector ante estos temas no han servido para nada. Nunca se hizo una policía turística -como alguna vez se dijo- ni se han mejorado los medios materiales y humanos destinados a controlar esos brotes de peligrosa delincuencia. La seguridad se ha deteriorado bochornosamente ante la complaciente ineptitud de los responsables públicos. Haríamos bien en alarmarnos, porque la gangrena parece imparable y un día bien podríamos descubrir que ya no somos el paraíso.