Vivimos un tiempo complicado y convulso no solo desde el punto de vista económico, con unos años pasando la mayor crisis que hemos sufrido a nivel global desde los años 20 del siglo pasado, sino también y principalmente una quiebra política, social y personal, con un cambio de paradigma que ha puesto en valor, como tiene que ser, la importancia de la solidaridad, tanto a nivel colectivo como individual. Pequeñas y grandes ayudas, pero sobre todo apoyo e identificación con el que está más necesitado y en última instancia más apurado.

Un ejemplo es la familia, que ha sido la verdadera sostenedora de la persona, además de ganadora en la lucha por la supervivencia, resistiendo y haciendo frente con valentía a la crisis, ayudándose entre sus miembros con muchas lágrimas y dolores. Por otro lado, han fallado y fracasado todas las instituciones, las administraciones, las organizaciones políticas, sociales y económicas, que no han podido, no han querido o no han sabido dar respuesta a las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos.

Los padres y madres han sido los verdaderos héroes anónimos; padres y madres coraje que ayudando a sus hijos los han mantenido con la mayor dignidad que han podido en cada caso concreto, en la mayoría de las situaciones con grandes sacrificios y renuncias personales. Hermanos y hermanas solidarios y comprensivos. Y en la cúspide, los abuelos y abuelas haciéndose necesarios y en muchos casos imprescindibles, convirtiéndose en los nuevos "transportistas", "comedores", "cuidadores", "mantenedores", de los hijos de sus hijos.

Grandeza en una de las acepciones del Diccionario de la Lengua nos dice que es "elevación del espíritu, excelencia moral" y aquí es donde quiero incidir por un hecho concreto; no quiero denominarlo anécdota para no rebajar su calidad y categoría. Una persona, con mucha educación, se puso en contacto conmigo a través de FEPECO por medio de las redes sociales, porque quería hablarme personalmente para que le asesorara (es la expresión que utilizó para encontrar trabajo). En un principio tuvimos problemas para comunicarnos, ya que por su situación económica le habían cortado la línea telefónica. Por fin a través de poder conectar a una wifi pública me envió un mensaje y siempre pidiendo perdón por las molestias que pensaba me estaba ocasionando y dando continuamente las gracias porque le atendiera; quedamos para vernos inmediatamente. Vino con su mujer, también en el paro, nos tomamos un café mientras me contaba, con lágrimas en los ojos y mucho dolor interno, las dificultades serias que estaban pasando desde hacía tiempo.

Lo primero que había que hacer era que se pusiera al día en cuanto a la formación, ya que llevaba varios años sin empleo, necesitando un período de reciclaje y, con un ánimo envidiable, comenzó un curso de profesionalización en la Fundación Laboral de la Construcción. Cuando lo terminó con buen aprovechamiento estábamos en el mes de diciembre de 2015 y me envió el siguiente mensaje textual: "Ahora hay que encontrar trabajo para yo y mi mujer poder pasar unas navidades normales mas que sea. A ver si gano algo de dinero para ir tirando". Por otro lado, comenzamos a buscar empleo para su mujer, con el fin de que por lo menos trabajara uno de los dos en el núcleo familiar. También la asistente social del Ayuntamiento, lo de menos es cuál es, le hace el informe para que ante la carencia de ingresos económicos pudiera cubrir sus necesidades básicas ante las entidades del Banco de Alimentos. Me vuelve a enviar un mensaje: "Esto, lo mío aburre, querer trabajar y no poder". Aquí está el meollo por lo que están pasando miles de ciudadanos: su máxima aspiración es estar activos laboralmente, es un querer y no poder resignado y con rabia justificada, porque no hay la suficiente actividad económica que sea capaz de absorber toda la demanda existente. Por eso tenemos que reiterar sí a la construcción, porque eso significa sí al trabajo y al empleo.

Toda esta historia real como la vida misma viene a cuento para entender lo que voy a decir a continuación. Por fin se le consigue un trabajo, con la colaboración de la Asociación Asistencial NAHIA, con un contrato de sustitución por enfermedad en un empresa de servicios y me envía un nuevo mensaje que transcribo literalmente: "La cuestión es trabajar, luchar y poder salir adelante. Que más puedo decirle en cuestión al agradecimiento y buen hacer; que mil gracias y le mantendré informado, y ojalá que dure mucho y me den oportunidades y esa persona que sustituyo se ponga bien y yo pueda seguir trabajando ahí". ¡Qué grande, qué buena persona! Está supliendo a otra por enfermedad y fuera de todo egoísmo e interés individual, lo primero que hace y quiere, solidariamente, es desear que se recupere al que está sustituyendo. Pone al prójimo, palabra que desgraciadamente ya no se utiliza, por delante de él a pesar de su difícil situación económica, personal y social. Como decimos en Canarias: ¡Qué buena gente! Es la grandeza humana.

*Presidente de FEPECO