Siempre me ha llamado la atención la resistencia con la que determinadas personas plantan cara al fallecimiento, a perder la vida, a morir. En mis años de profesión como cirujano he conocido muchos casos: pacientes con enfermedades gravísimas, intervenidos y reintervenidos, y sin embargo nunca desfallecían, sometiéndose a todo tipo de tratamientos con tal de seguir viviendo. A veces me los encuentro y resulta admirable verlos vivitos e ilusionados por la vida. Otros, en parecidas circunstancias, no pudieron salir adelante.

Hace unos días fui a ver la película "El renacido", que no deja de ser ficción, pero que, basada en hechos reales, aunque magnificados en el film e imposibles de superar en la realidad, sin embargo hay momentos que nos metemos tan de lleno en las peripecias del personaje que compartimos con él su lucha para sobrevivir en un invierno brutal en una salvaje América tras ser herido, asesinado su hijo y abandonado moribundo en una tierra hostil en guerra permanente entre tribus de nativos. Con su única arma, la voluntad inquebrantable, no solamente consiguió sobrevivir, sino vengar la traición de quien suponía su compañero.

Y en medio de la película recordé la impresionante lucha de dos marineros tinerfeños tras el hundimiento del barco "Berge Istra". Fui a ver la película de sus vidas y el homenaje merecidísimo que le tributó el Real Casino de Tenerife dentro del IV Ciclo de Cine, basada en el libro de José Delgado Díaz "La tragedia del Berge Istra, odisea de dos tripulantes tinerfeños", de la que muy bien toda la prensa tinerfeña se ha hecho eco recientemente, y en concreto mi amigo Antonio Salgado el 20 de febrero en EL DÍA. El documental "Los náufragos del Berge Istra", de Víctor Calero, que recomiendo, no solo me emocionó, sino que me impresionó porque desconocía la durísima experiencia vivida por dos humildes tinerfeños, hombres de la mar, Imeldo Barreto, de la Punta del Hidalgo, y Epifanio Perdomo, de Taganana, a los que tuve el placer de abrazar y compartir un rato de gratísima conversación con ellos, presentes en el acto.

El relato, la humildad y la nada disimulada alegría y al mismo tiempo tristeza por los compañeros que no tuvieron la misma suerte, con la que relatan y reviven en el documental el hundimiento del barco noruego en el Pacífico el 30 de diciembre de 1975 en medio de las islas Filipinas, son dignas de todo reconocimiento. Ese día, la embarcación, 40 metros más largo y 20 más ancho que el emblemático Titanic, presa del fuego, se llevó al fondo del mar a toda la tripulación, salvo a los dos marineros tinerfeños, resultando conmovedor la ayuda que se dispensaron, y al mismo tiempo, propio de la condición humana, la desconfianza que sufrieron en determinados momentos, que solo el diálogo y el compañerismo lograron superar. Con mucho dolor recuerdan a diez canarios hundidos, que en algún caso sus familiares intentan, sin éxito, conocer las causas del incendio, que pudo suceder por trabajos de soldadura en la cubierta del buque al ponerse en contacto las chispas con gases provenientes de la peligrosa carga.

Impresionante el relato de Imeldo sobre la succión que sufrió en el mar y el esfuerzo que hizo para llegar hasta la superficie y mantenerse a flote, nadando hacia una balsa de tres metros cuadrados, a la que se agarró, y ya encima de ella observó un cuerpo humano flotando boca abajo, que agarró y elevó hacia la cubierta, practicándole la respiración boca a boca hasta lograr reanimarle. Era Epifanio, que se convirtió en su compañero de infortunio sobre la balsa durante unos 19 días y entrañable amigo para toda la vida.

Expuesta en el salón del Casino, allí estaba la balsa tan precaria a la que se aferraron desesperadamente y en la que sufrieron todo tipo de calamidades y miserias hasta que, ya a punto de morir, en la más absoluta y solitaria deriva, son milagrosamente rescatados por unos pescadores japoneses, que no salían de su asombro al contemplar aquel artilugio al que se aferraban dos hombres decrépitos y moribundos. Hoy, Imeldo, 79 años, y Epifanio, 77, tienen la dicha de contarlo, y nadie como ellos para explicar qué es la resistencia humana.

@JVGBethencourt

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