Menos mal que llegó el debate de "embestidura" -porque de lo otro no va a haber nada- y que entre hoy y el viernes estará todo el pescado vendido. Porque andaba la gente de la prensa buceando entre Espinoza y Descartes, a punto de ganarse un derrame cerebral, para interpretar si Coalición Canaria iba a votar finalmente a favor de Sánchez, porque la cosa estaba en que sí, por supuesto, claro hombre, por dios, se iba a apoyar la investidura siempre que el cuarto menguante de la luna se encontrase doce grados a la izquierda de la elíptica y la agenda canaria hubiera sido jurada por el prepucio del niño Jesús.

No es de extrañar que después de negociar con Coalición, a Pedro Sánchez le quedaran secuelas. Eso explica que sacara fotocopias del pacto con Ciudadanos para mandárselas a medio Congreso por si se apuntaban a firmarlo. El cabreo de Pablo Iglesias fue inconmensurable. Y tenía razón. En dos meses ha pasado de tener la iniciativa a ir al rebufo de Sánchez, de anunciar ofertas de pacto en ruedas de prensa a recibir una fotocopia del acuerdo de otros por si se anima a firmarlo de manera "transversal" (que vete tú a saber lo que quiere decir eso) y de estar tomando el cielo por asalto a votar lo mismo que el PP de Mariano Rajoy. Es para cogerse una depre.

Pedro Sánchez ha dado de sí más de lo que se esperaba, como una bota en las hormas de un zapatero (con perdón por las evocaciones). Su discurso era ramplón, su control del partido escaso y su decisión de presentarse a la investidura parecía el fruto de una resaca. Pero aún con todo eso logró trepar ayer a la tribuna de oradores para inaugurar a lo grande el primer acto de su campaña electoral para junio. A medias una moción de censura a Rajoy y a medias un programa electoral, su discurso fue como el salario medio de los canarios: bastante pobre. Es malo, chicos, lo siento. Como un dolor de cordales. Y no es por lo que dice, que no está mal, sino porque no transmite convicción. Parece que no se lo cree y que está recitando todo para unas oposiciones. Es como el modelo de un anuncio de Emilio Tucci del Corte Inglés hablando de la idea de la metafísica de Heidegger .

Sánchez tenía que hacer un discurso ilusionante para los ciudadanos de este país, que llevan dos meses de bochornosa telenovela política. Pero se lo hizo a los diputados. Como si los fuera a convencer. Fue una faena correcta, pero sin pasión. Lo mejor de ayer, sin duda, escuchar a Errejón, despechado, diciendo que el pacto del PSOE y Ciudadanos estaba hecho para atraer al Partido Popular. Y a Sánchez acorralando a Podemos y diciendo que si no le apoyan a él estarán votando mantener a Rajoy. Tan mal parece estar el PP que se lo echan de unos a otros como un moco pegajoso y maldito.