Ayer, en el primer mitin de la próxima campaña electoral celebrado en el Congreso de los Diputados, se certificó que en España ha cambiado todo para que todo siga igual. Igual que hace casi un siglo. Las derechas por un lado, las izquierdas por el otro y en medio de todos ellos los separatistas. Y todos sordos a cualquier cosa que no sea escucharse a ellos mismos.

Quienes mejor salieron en la foto, de lejos, fueron Albert Rivera y Pedro Sánchez. Sin duda alguna y por ese orden. Todos los demás, de alguna manera, se vieron envueltos en el ruido y la furia, en los gritos intempestivos y en los enredos en los que intervinieron por alusiones hasta ministros que no pintaban nada en la investidura, bajo el paraguas de una presidencia tan bondadosa que por momentos pareció boba. Hay que hacer, naturalmente, una excepción con los grupos independentistas catalanes, especialmente Esquerra, que aprovechó para detallar el proceso de desconexión que van a seguir para declarar la República catalana "con todas sus consecuencias" anunciando que España tendrá que usar la "violencia jurídica" para impedirlo.

El guión se cumplió perfectamente. Pedro Sánchez lo dijo de todas las maneras posibles. No hay una mayoría de izquierdas, pero sí hay una mayoría de cambio. Podemos tiene que elegir si vota contra el cambio, con el PP, o por el cambio, contra el PP. Albert Rivera hizo un perfecto discurso para sus votantes explicando que las reformas no las puede liderar Rajoy, que se opone a las reformas. Y Pablo Iglesias la lió. Dijo que el pacto del PSOE y Ciudadanos está propiciado por el Ibex 35 y las oligarquías. Que existe una mayoría de izquierdas para gobernar pero que el PSOE no quiere apostar por ella. Y se metió un boquinazo soviético con el portavoz de En Comú Podemos, Xavier Domenech, para salir hoy en todas la fotos.

Lo que se vio no fue un choque entre las izquierdas y las derechas. Fue un Congreso desgarrado por los territorios. Los independentistas han ocupado los suficientes escaños como para atascar cualquier posibilidad de acuerdo. Es la independencia, no las reformas, lo que atasca la formación de una mayoría de Gobierno.

La conclusión no sólo es que el candidato a la investidura no cuenta con mayoría suficiente como para salir elegido -ni ayer ni mañana-, sino que ningún otro candidato la va a tener. Porque la evidencia aplastante es que o hay una gran coalición de los partidos "constitucionalistas" o los 90 votos de Podemos y los independentistas van a hacer imposible cualquier acuerdo que no pase por el reconocimiento del derecho a la autodeterminación.

"Dentro de la ley todo, fuera de la ley nada", dijo Pedro Sánchez. Y fue contundente. Reformar la Constitución para un nuevo Estado federal sí, pero aventuras secesionistas de ninguna manera con el PSOE. Es una mano tendida que no será suficiente para los que no quieren cambiar España, sino disgregarla en nuevas naciones estado. El mitin de ayer fue de lo más animado. Vamos, pues, de cabeza a nuevas elecciones.