"Santa Cruz no vive de espaldas al mar, es la Administración la que ha inducido a ello con sus sucesivas modificaciones urbanas". Así me lo comentaba alguien vinculado de forma oficial a la historia de esta ciudad desde sus más incipientes comienzos, que, como uno mismo, recuerda el auge y la costumbre de antaño a pasear por las instalaciones portuarias para recibir o despedir a tantos familiares de vuelta o hacia América; o bien para pescar o contemplar desde lo alto del paseo del dique Sur las faenas de carga y descarga de los buques atracados al mismo. Costumbre desaparecida ante la presencia de los gigantescos cruceros y las inevitables medidas de seguridad que prohíben cualquier acceso que no sea para suministros, comercio a pie de escala y transporte de pasajeros.

Sin embargo, me consta que entre nuestro Ayuntamiento, Cabildo y la propia Autoridad Portuaria existe un entendimiento cordial para acometer todas las prioridades que necesita el puerto de Santa Cruz para el disfrute de su ciudadanía y el acogimiento de todos los visitantes que en escala temporal arriban a la Isla por unas horas; y a los que venidos del sur restan algún día de estancia para visitar la ciudad, sus comercios y sus lugares más singulares.

De ahí que he podido acceder a la Alcaldía y de mano de su alcalde conocer personalmente las reformas pendientes de ejecución de una zona importante del puerto comprendido entre la desembocadura del barranco de Diego Santos y la actual estación marítima, cuyo nuevo edificio estará operativo el próximo año.

En dicha superficie disponible está prevista la continuación del aún inacabado plan Herzog & De Meuron, pues conviene recordar que la remodelación de la plaza de España y la construcción del lago sobre la misma fueron sólo la fase inicial de un proyecto mucho más ambicioso y amplio que acercará la ciudad al puerto de forma tangible; sólo falto de la conclusión de la prolongación de la vía soterrada del mismo para poder edificar sobre su cubierta todo un complejo de ocio y disfrute público, que llegaría hasta el mismo borde del muelle deportivo actual, y facilitaría el acceso de los futuros pasajeros al umbral de la misma ciudad.

Indudablemente todo este espacio tendría su complemento con la realización de la ansiada playa de Valleseco, pendiente de la decisión de Costas para desbloquear el expediente BIC aprobado, que afecta a los históricos muelles carboneros, ya que lo más factible para su conservación sería su integración en dicho proyecto, conjugando el pasado con el presente. Y mientras que la parte correspondiente a la llamada popularmente playa de Acapulco deberá estar financiada y ejecutada con cargo al Estado, el otro tramo, cercano al Centro Insular de Vela, habrá de realizarse con fondos del propio Cabildo, Consistorio y Gobierno regional. Con lo cual, y a distancia relativamente corta, los habitantes tendrían casi a mano una playa disponible, con un complejo de pequeñas calas e instalaciones de ocio y disfrute complementarias a las citadas de la expansión del recinto portuario y la también imprescindible potenciación de Las Teresitas.

Pese a la incertidumbre política nacional para formar gobierno, que no enumero por conocida, lo esencial es la buena sintonía del actual grupo municipal gobernante, que ha prescindido de las farragosas rivalidades de legislaturas anteriores para centrarse en lo que realmente interesa: la gestión de todos estos proyectos, y muchos más, que atañen a nuestra ciudad para que recupere el auge que injustamente ha perdido y los ciudadanos se sientan orgullosos de ella y conformes con la buena actitud de sus representantes.

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