Soplan malos tiempos para Canarias. Se veía venir. Desde hace años Madrid siente una enfermiza envidia de las excelencias de esta tierra. Nos la tienen jurada por nuestro fantástico clima, por nuestra tradicional pachorra y por nuestro gracioso seseo, que les despista porque no saben si vamos a dispararle a un conejo o a tener otro tipo de relación con el animalito (un canario dice igual cazar que casar).

Desde hace tiempo nos tienen tirria. Ya empezaron a castigarnos quitándonos todo el dinero que podían de la financiación de la sanidad y la educación, por ver si se nos llevaban por delante con las enfermedades y la incultura. Pero esta tierra es muy sana. Y muy inculta. Así que tenía cierta inmunidad a este tipo de ataques. Después del fracaso del ataque de la derecha, llega la izquierda. El PSOE y Ciudadanos han pactado que España le robe la hora a Canarias.

No sólo nos van a quitar la mejor campaña de publicidad de todos los tiempos (esa de "una hora menos en Canarias"), sino que nos van a robar la hora. Aunque luego añadan deprisa y corriendo que nos permitirán volver a cambiar la nuestra. Y eso mientras en Cataluña, Valencia y el País Vasco no sólo quieren cambiar la hora, sino la bandera, el Estado y todo lo demás. España se está yendo a freír puñetas y a estos no se les ocurre otra que robarnos la hora europea que Canarias tiene desde hace décadas.

Pero no es la única ofensa. En el corazón de Madrid, en la cuna, qué digo cuna, cama de la democracia, en la cafetería del Congreso de los Diputados, corre el rumor de que se venden bananas sudamericanas en vez de plátanos de Canarias. El director de la cafetería ha tenido que salir a los medios para jurar por sus ancestros fidelidad al plátano manchado de las islas.

Algunos diputados, indignados, denunciaron que se les estaba dando gato por liebre porque los plátanos que se les ponían eran grandes, con una piel lustrosa, bien empaquetados y en perfecto estado de maduración, hechos que les hicieron sospechar inmediatamente de que no eran de origen canario.

Las averiguaciones se volvieron un tanto confusas porque los plátanos canarios y las bananas centroamericanas las venden en Península la misma empresa, que es de los plataneros canarios en sociedad con una multinacional americana. Con lo que podríamos estar ante el enrevesado caso de quien se dispara un tiro en el pie. ¿Estarían los propios canarios poniendo bananas en el corazón del Congreso o se les coló inadvertidamente una partida entre caja y caja?

El caso aún no ha sido resuelto. Pero fuentes de toda solvencia juran y perjuran que en el bar del Congreso cuando ponen plátanos son de las Islas Canarias e incluso te los sirven tatareando una malagueña. Si quieres banana centroamericana te tienes que resignar a comprarla -a precios más baratos que el plátano- en alguna de las miles de fruterías, mercados, hipermercados, supermercados o centros comerciales de Madrid. Que haya tranquilidad y reine la calma. El bar del Congreso es nuestro y allí, atrincherados, seguiremos hasta la lucha final.