Messi es un genio. Escucho hablar a los futboleros, que no escatiman en las etiquetas: es un mago, un artista. Incluso los que están en las antípodas del Barça, incluso los más críticos, los que sienten un completo desafecto por el equipo catalán -incluso estos-, dicen que Messi es una especie de extraterrestre en lo suyo. Y en el intercambio de opiniones, una periodista afirma con rotundidad: "La carrera deportiva de Messi acabará no cuando pierda la fuerza, sino cuando pierda la imaginación".

Leyendo el último libro de Daniel Solana, "Desorden", he descubierto una explicación a esto que los entendidos en fútbol ya no saben ni cómo calificar, de tan extraordinario que es el juego del argentino. Solana es un creativo publicitario. Dicen de él que es una de las figuras más relevantes de la nueva comunicación publicitaria. En 2004, la agencia que dirige desde hace casi veinte años recibió el máximo galardón digital que otorga el Festival Internacional de Creatividad de Cannes. Este escritor, especialista en el mundo del márketing, ha elaborado un libro preñado de conceptos y autores. Lo ha escrito a base de "capas", no de capítulos. Ya por esto llama la atención. Y desde el título desafía a los lectores afirmando que "el éxito no obedece a un plan".

"Nos proponemos planes. Nos enseñan a planificar objetivos y la vida misma", explica. Sin embargo, "la vida está salpicada de oportunidades y circunstancias sobre las que no tenemos ningún control". Y muchas veces -y aquí viene lo interesante- "se trata de no perseguir obsesivamente esos objetivos, sino dejarnos llevar, saber aprovechar cada una de las oportunidades que nos vamos a encontrar". Por eso, dice Solana, el desorden (la incertidumbre, como en el juego) es un entorno capaz de sacar de nosotros habilidades y capacidades que tienen que ver con la exploración: el ingenio, la creatividad, la sagacidad, la flexibilidad, el acecho, la intuición, el sentido de la oportunidad. Y todas estas competencias se ponen en marcha cuando utilizamos la inteligencia mética.

Leyendo a Daniel Solana he sabido que la mética es una inteligencia que utilizaron los antiguos griegos, al menos durante cuatro o cinco siglos, y que les permitía tomar decisiones acertadas en entornos imprevisibles. La metis "no es una forma de inteligencia racional, pero sí es una forma de inteligencia más compleja que nos permite abordar multitud de situaciones". La inteligencia lógica nos sirve para entornos más previsibles. La mética, para la incertidumbre.

El futbolista Leo Messi destaca por su enorme inteligencia mética. Según Solana, el jugador "toma decisiones instantáneas guiado por su olfato, su intuición creativa y su experiencia. Sus decisiones en el juego son sumamente inteligentes, pero en ellas no emplea su racionalidad lógica. Si hace una jugada genial y se le pregunta cómo y por qué la hizo, no lo sabrá explicar". Con muy poca información toma la decisión correcta, utiliza su inteligencia instintiva a través de un juego imprevisible. Cuánta razón tenía la periodista. Messi no es un atleta fuerte, ni falta que le hace porque es el dueño de su creatividad.

En algún momento de nuestra historia dejamos aparcada la inteligencia mética y decidimos apostarlo todo a la razón. A la vista está que en ese instante perdimos una de nuestras mejores bazas. Usamos la cabeza fría y la elevamos a la categoría de la lógica pretendiendo un control, a veces, escurridizo.

La buena noticia, según cuenta Solana, es que permanece ahí, intacta. Todos somos méticos, todos tenemos esa parte más intuitiva. Proponer desde la intuición no es de las cosas mejor vistas y, sin embargo, en ella pueden estar las jugadas geniales. En tiempos inciertos siempre nos quedará nuestro olfato inspirador. El mismo que tiene Messi para el gol.

@rociocelisr

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