Ni doña Monsi, ni Eisi, ni Úrsula han querido renunciar a su cargo, y antes de que la situación corriera de boca en boca por todo el barrio, decidimos que lo más sensato era quedarnos con los tres. Lo complicado fue evitar el enfrentamiento entre los presidentes simultáneos a la hora del reparto de funciones, pero Bernardo hizo una labor impagable. Un encaje de bolillo.

-Chiquito lío. Desde que volví, no he hecho sino apagar fuegos -se quejó, preocupado además porque su mujer Xiu Mei, que todavía no entiende nuestro idioma, no se relaciona mucho y se pasa los días deambulando por el edificio.

Después de más de seis horas de dura negociación, por fin, el miércoles la presidencia tripartita quedó definida.

Doña Monsi seguirá siendo la máxima presidenta de la comunidad y se encargará de cobrarnos las cuotas, así como de todo lo que tenga que ver con el ascensor y el portal. Eisi actuará de relaciones públicas. Su trabajo consistirá en representar al edificio por toda la Isla; para ello mantendrá el Lamborghini. La azotea y el garaje también dependen de él. Por último, Úrsula será la responsable de las escaleras y de controlar el mantenimiento del edificio.

-Aquí hay mucho jefe y poco indio -criticó Carmela, que ha decidido dejar de darles el pecho a las mellizas porque asegura que el estrés le está desnatando la leche.

-Vaya chorrada sin base científica -le respondió la Padilla, con la cara descompuesta al escuchar el brutal eructo de una de las mellizas tras los golpecitos de Carmela.

El reparto de cometidos iba bien hasta que, en la tarde del viernes, Xiu Mei se quedó encerrada en el ascensor. La mujer empezó a gritar como una descosida en chino estándar. Bernardo llegaba a esa hora de un servicio al aeropuerto del sur y, al enterarse del incidente, se puso tan nervioso que agarró el extintor y empezó a soltar espuma sin ton ni son contra la puerta del aparato.

-Pero ¿qué haces? Que esto no es un incendio -le advirtió la Padilla.

-Mi mujer va a morir ahí dentro. Ella no entiende nuestro idioma -se desesperó. Estaba descamisado y con el sudor cayéndole a borbotones.

-Qué desagradable, por favor -murmuró María Victoria entre dientes-. Si ese sudor empieza a oler, vamos a tener que desalojar el edificio.

En medio del jaleo, Cinco Jotas, ya recuperado de todos los males, se resbaló con la espuma, quedó patas arriba y empezó a emitir sonidos raros.

-Venga, otro que tampoco habla castellano -se burló Carmela, mientras un buche lácteo le impactaba en todo el pecho. Al ver aquello, María Victoria huyó como alma que lleva el diablo.

-¿Puede alguien quitar de ahí al maldito cerdo ese? -vociferó Bernardo, que intentaba llegar al ascensor para tranquilizar a su esposa-. No muevas tú de ahí. Pronto yo rescatarte. Yo querer a ti.

-Sosiégate. Porque le hables así no te va a entender mejor -dijo Úrsula, más preocupada por los desperfectos que estaba ocasionando con el extintor. Ella era la presidenta responsable del mantenimiento y limpieza del edificio.

Después de todo el día fuera y, justo cuando más lo necesitábamos, apareció Eisi. Al toparse con Cinco Jotas al revés, creyó que por fin lo estaban preparando para hornear, pero cuando Carmela le resumió la situación en cinco segundos y medio, su sueño se esfumó. Sin pensárselo dos veces, se lanzó a darle patadas a la puerta del ascensor para abrirla.

-¡Alto! -gritó doña Monsi, alongada por el hueco de la escalera-. El ascensor es de mi competencia.

-Señora, estamos intentando rescatar a la china -le aclaró Eisi.

Doña Monsi, envuelta en una bata de felpa, bajó y se atrincheró delante del ascensor.

-Por favor, déjese de tonterías. Mi mujer está dentro -suplicó el taxista.

-Pues que espere a que se destrabe, porque yo no voy a permitir que me estropeen lo poco que me queda de control en este edificio -dijo mirando desafiante a sus contrincantes presidenciales.

Tuvimos que esperar casi tres horas hasta que doña Monsi se marchó a dormir. Cuando lo hizo, Eisi volvió a patear el ascensor y por fin se abrió.

Xiu Mei estaba pálida. Al vernos a todos, dijo en un canario perfecto: "¡Imbesileh!"

@IrmaCervino

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