Este concepto de "nación inacabada" fue propiciado por Renán, acuñado en su libro "¿Qué es una nación? Desde Azorín, Unamuno, Baroja, Maeztu y más tarde Ortega y Gasset insistían que "España no es nada, es una antigua raza berberisca, donde hubo algunas mujeres hermosas, algunos hombres bravos y algunos pintores de retina especial".

Por eso los intelectuales se echaron a la calle y dijeron que no había otra alternativa que formar el Partido de la Cultura. España estaba emponzoñada, desligada de Europa y nadando en la miseria e indigencia cultural. Pero se enderezó hasta llegar a la Segunda República, que abrió nuevos horizontes, aunque bien pronto fue cuestionada por los poderes fácticos que, desempolvando los viejos sables que habían utilizado en la guerra de África, decidieron por la vía de la imposición una concepción diferente de España.

Y vino el postfranquismo, la Transición, unas decisiones políticas en las que se tomó como fundamento la unidad de criterios de todas las organizaciones políticas para llevar a España hacia Europa y llegar a constituirse en una de las potencias mundiales.

Pero ¿España esta concluida? España se construyó a través del maridaje y de la violencia. Ha sido, y es, un pueblo diverso con territorios de culturas diferentes y que desde el escenario político-sociológico es un Estado plurinacional, y hasta que esta cuestión no se resuelva, España permanece inacabada, dando palos de ciego y sin abordar con inteligencia política esta cuestión.

Aunque en otra dimensión existe un paralelismo entre la nación inacabada española y la canaria.

Es obligado asumir que esto es así para poder encarrilar políticamente el futuro más inmediato y que debe preocupar y ser cuestión fundamental para el nacionalismo canario. Para la supervivencia del nacionalismo canario; por lo que, más que necesario, es vital que Canarias no siga en el reducto ambiguo de una nación imaginaria que no acaba de aterrizar en la pista de la evidencia.

Las islas desde siempre han sido y son codiciadas por el capital extranjero, que ha montado sus negocios muchas veces con la colaboración antipatriota de algunos en detrimento de la mayoría de nuestra gente y que funcionan como baluarte, hasta aculturizante, dificultando nuestra concepción territorial como una nación consolidada.

La ayuda del Estado español será necesaria, lo entendemos, pero las exigencias territoriales y políticas de Canarias no dependen del Estado, sino de nosotros, de ser capaces, los nacionalistas, de concluir una etapa, y desde esa nación inacabada, desde un sentimiento hasta ahora frustrante poner en el trabajo de cada cual el empeño para lograr la construcción nacional de Canarias.

Cuestión esta que, o la emprendemos con decisión y con una ideología tajantemente nacionalista, o serán otros los que ocupen nuestro espacio político poniendo al nacionalismo canario entre las cuerdas.