La historiografía española sobre el Sáhara se puede decir que es canónica y coral; quienes establecieron el metarrelato fueron curiosamente militares, indignados por no haber plantado cara a Marruecos. De ahí que se usen términos militares con gran prolijidad como traición, honor, deber, huida... para referirse a la salida de España de aquel territorio.

Encontrarse con un libro que no sea autoflagelante, vulgata, romántico y soñador, prosaharaui, viene a ser un milagro. Hay uno de un profesor universitario, Rodríguez Jiménez, que se ha puesto a investigar sin la necesidad de ofrecer una causa noble e inocente sobre la que constituir un ideal. Básicamente viene a decir que, siendo el resultado el mismo, la salida forzosa de la colonia, hubo márgenes para haberlo hecho mejor, aunque sin salirnos de la lectura de la traición.

La visión hasta ahora de los españoles sobre aquella marcha es en esencia muy parecida, focalizada en dos actores internacionales: España y Marruecos y los saharauis en el ara sacrificial. Esta perspectiva con el tiempo va a quedar revisada, porque en el concierto mundial y en cuestiones de legalidad internacional, no se pueden aislar asuntos particulares o bilaterales, cuando es el orden internacional con sus organismos el que en todo momento encauza, decide y tiene la última palabra.

No sé cuántas veces España haya podido tener al resto del mundo en contra, pero no creo que nunca de manera tan unánime como con el Sáhara. Quien involucra desde comienzos de los años 60 del siglo pasado a Marruecos y Mauritania como partes interesadas, con consulta a Argelia, en la descolonización es la Asamblea General de Naciones Unidas. No en una, sino en todas las resoluciones de esa década, y mucho antes de que los saharauis llegaran a despertar a una súbita conciencia nacional. Marruecos y Mauritania no aparecen en el Acuerdo de Madrid de 1975 por capricho de España, sino que es el Consejo de Seguridad el que lo auspicia por la Marcha Verde. España lo intentó todo para transferir la administración temporal a la Organización internacional, se hartó de instar al Consejo de Seguridad a que condenara la violación de fronteras con la Marcha Verde, sin ningún resultado. España tuvo de lado o enfrente a la Asamblea General y al Consejo de Seguridad, a toda Europa, al Movimiento de países no alineados, a la Liga Árabe, a la OUA, al bloque soviético, y me estaré dejando alguno. Los españoles hubieran pagado por irse. La historia está por escribirse objetivamente.