"Un negro y un blanco se tiran de la azotea de un rascacielos. ¿Cuál es el primero que llega al suelo? El blanco, porque el negro se queda limpiando los cristales". Es una de las tantas gracias que puedes escuchar si entras a ver los vídeos de uno de los fenómenos de la red, el youtuber Wismichu. Sus vídeos son como el ácido sulfúrico del humor más transgesor. Entre los mejores está el del "Yogur de vagina", en el que habla de una ginecóloga que hace postres con su flujo vaginal. Ya se van haciendo una idea de qué va la cosa, supongo.

Docenas de padres indignados han protestado contra una actuación celebrada en el teatro Guimerá ante cientos de jóvenes de entre doce y dieciocho años. El cabreo de la gente es que el protagonista de la actuación, Wismichu, se lanzó a hablar de felaciones, masturbaciones o penetraciones anales, entre otros cachondeos bestiales sobre el tema del sexo. Ciertamente se pasó de frenada un par de pueblos.

Sería interesante reflexionar sobre por qué el sexo despierta tanto escándalo y la violencia tan poco. Muchos de los videojuegos que cualquier niño de hoy en día tienen en su consola les enseñan a matar a un enemigo vestido con ropaje seudomusulmán o a liquidar a un pequeño ejército de una ficticia ex república soviética. El cine que se pone al alcance de todos los públicos también exhibe violencia y sangre en todas sus variedades, sin que a nadie se le ponga el pelo blanco hasta que se enseña una teta.

Ciertamente Wismichu es muy bestia. Pero es que lo es desde siempre. Cualquiera que se dé un paseo por sus vídeos, que siguen millones de fieles internautas de todas las edades, puede comprobar que el joven youtuber es tan políticamente incorrecto que se pasa por la entrepierna todos los códigos del respeto. No hay nada ni nadie que se escape del corrosivo humor del artista de las redes. Me resulta difícil de entender que los padres compraran las entradas al show de un transgresor irrespetuoso y salvajemente divertido sin molestarse en saber a quién iban a ver. Eso sí es estar en la parra. Si les cabrea que la Sociedad de Desarrollo haya permitido la actuación de Wismichu en el Guimerá, qué pensarán de sí mismos, que han dejado que sus hijos, en su propio hogar, se hayan tragado todos los vídeos del youtuber.

Es probable que los organizadores no hayan estado finos en calificar el espectáculo. O en advertir previamente a los espectadores de que Wismichu es "la rehostia" en palabras de sus fans. Pero en todo caso, me pregunto si acaso en el Guimerá han puesto pegamento de La Gotita en los asientos. Porque debe ser que a los padres se les pegó el trasero. Si no, se habrían levantado a las primeras de cambio y se habrían mandado a mudar. Nadie está obligado a tragarse una actuación hasta el final si no le gusta. Salvo los masoquistas, claro.