Son los que han transcurrido desde aquel fatídico día en que España sufrió el atentado terrorista más mortífero de su historia: más de 190 muertos y más de mil heridos. Si el año actual no hubiese sido bisiesto hubiese coincidido hasta en el día de la semana: jueves.

Aquella mañana del 11 de marzo de 2004 todos estábamos convencidos de que la autoría de aquella masacre se debía a ETA. Ayudaba a tener esa impresión el que tiempo antes se había detenido y confiscado una furgoneta cargada de explosivos con destino a Madrid y conducida por miembros de nuestra particular banda terrorista.

Aquella mañana, quizás por el impacto, comenzó el atolondramiento del Gobierno, que, a la sazón, estaba en funciones. Las elecciones generales se iban a producir el 14 de marzo. El asunto era lo suficientemente grave como para haber involucrado, en el tratamiento de lo que debiera de hacerse, al partido mayoritario que había ocupado la Oposición: el PSOE. El Gobierno en funciones no lo hizo. Y toda la información que desde cedulas policiales le llegaba al PSOE no le llegaba al Gobierno. Y el Gobierno, en el atolondramiento del primer impacto.

El día 12, movilizado convenientemente por quienes ya conocían que el atentado no lo había ejecutado ETA, sino unos moritos de tres al cuarto, comenzó el acoso a las sedes del PP como si los miembros de tal partido fuesen los hacedores de la masacre. Lejos de ponerse al lado del Gobierno para tratar de proyectar unidad respecto del dolor que a todos nos causaba, se vino a proyectar, otra vez, las dos Españas.

Con tales mimbres llegamos al día 13 de marzo, que era la jornada de reflexión. Esto es, tiempo que desde que practicamos la democracia se había instituido, al amparo de la ley, para que los ciudadanos pudiésemos meditar, sin presiones ni agobios, a qué partido político otorgaríamos nuestro voto al día siguiente. Jornada de reflexión que se hizo añicos por la movilización llevada a cabo, dícese bajo la dirección del Sr. Pérez Rubalcaba (PSOE). Ni el Gobierno en funciones, atolondrado y acorralado, ni la Junta Electoral Central, tuvieron agallas para tomar la decisión de suspender los comicios desde la invalidación de aquella Jornada de reflexión.

Y llegamos al día 14. Y fuimos a votar. Y todas las encuestas que habían sido hechas durante la campaña electoral dieron al traste. Ganó el PSOE y perdió el PP. El atentado y el electorado habían beneficiado al PSOE. Acabábamos de darnos el peor presidente de Gobierno de nuestra democracia.

Y no sabemos, todavía hoy, quién fue el autor que diseñó aquel atentado. Creo que iré a hacer compañía a aquellos muertos sin conocer la verdad al respecto.