La resaca de la "investidura interruptus" de Pedro Sánchez ha traído muchas novedades. La estrategia del PSOE consistió en desgastar a Podemos haciéndoles responsables de que con su voto en contra estaban perpetuando a Rajoy en el poder. Y ha calado. Una buena parte del electorado de Pablo Iglesias no está contento con no haber apoyado desde fuera un Gobierno reformista que echara a la calle al PP.

Pero como las desgracias nunca vienen solas, otro sector del partido se ha tirado al monte negándose a llegar a ningún escenario que no sea un gobierno de izquierdas o concurrir una nuevas elecciones. A pesar de las ardorosas declaraciones de amor entre Iglesias y Errejón, con beso o sin beso en los morros, Podemos está agrietándose por las diferentes sensibilidades de sus militantes.

En el PP también se han registrado los primeros sismos que presagian una próxima erupción. Muchos empiezan a decir en voz alta lo que hasta ahora callaban: que Rajoy está amortizado. La peculiar manera de ser y estar del líder gallego, sus prolongados silencios, su parsimonia política, ha terminado por exasperar a algunos dirigentes que consideran un error no haberse presentado a la investidura. Pero sobre todo creen que se han gestionado muy mal los cuatro años de mayoría absoluta. La prepotencia del Gobierno central, su falta de empatía con todo el arco parlamentario, ha provocado que nadie se sienta proclive a pactar con los populares. Y las luchas de poder por el relevo en el liderazgo de los conservadores han comenzado.

Las encuestas señalan que los que más crecen -de momento- en intención de voto son Ciudadanos e Izquierda Unida. Y esto último es singular. Porque si IU mejora sus resultados, igual se le va a estropear el almuerzo a Pablo Iglesias, que se querría zampar en unas próximas elecciones los 900.000 votos de Alberto Garzón.

El Gobierno canario está ganando algunas importantes batallas. El reparto de los fondos del ITE a través de un plan de obras de reactivación económica provocó primero el asalto del Cabildo de Gran Canaria, porque Antonio Morales defendía más recursos para las islas más pobladas, como la suya. Y después se sumó el PP de Canarias, que teme que un reparto discrecional deje a sus alcaldes sin sardinas.

Pero el hecho es que el acuerdo está en el agua y que no va a haber ningún municipio, ni de Gran Canaria ni del PP, que se autoexcluya de presentar algún proyecto con el deseo de conseguir financiación. El reparto de fondos limitados entre una cantidad de peticiones casi ilimitadas hace prever que no lloverá a gusto de todos. Queda saber cómo sorteará el Gobierno ese escollo. Pero el primer asalto ha sido suyo.

Como lo ha sido el de la futura ley del suelo. Los alcaldes de Canarias están hasta los mismísimos de los interminables vericuetos de un planeamiento que se ha convertido en una selva de escarabajos, perenquenes endémicos -algunos de ellos animales- e interminables informes. Y en esa densa y complicada foresta hay que moverse de la mano de guías expertos, gabinetes, técnicos y sabios urbanistas que por un lado han hecho las normas y por el otro asesoran sobre cómo sortearlas. Quienes defienden el centralismo democrático de la COTMAC como único órgano decisorio de la planificación se enfrentan al cabreo general de los alcaldes de todos los partidos y los Cabildos, a quienes el Gobierno de Canarias quiere devolver la responsabilidad de planificar en los ámbitos municipales e insulares.

De nuevo al Gobierno le sopla el viento de cola porque su propuesta de simplificar las leyes sobre el suelo y volver a confiar en municipios y corporaciones insulares se mueve en el sentido de lo que siente una amplia mayoría de responsables locales de todos los colores que han padecido años y años el atasco de la COTMAC y el hecho de que el mismo Gobierno que les imponía a ellos restricciones se las saltaba cuando le daba la gana a través de normas extraordinarias. Es una batalla que, salvo sorpresas, volverá a ganar. Y van dos.

Los aeropuertos canarios son una pieza vital para la venta de servicios turísticos. Que en AENA se sienten empresarios privados de mercados competidores con las Islas -como Baleares- es altamente preocupante. Varios aeropuertos de Canarias están entre los más rentables de España así que la lucha del Gobierno regional por participar en la gestión de la red canaria es un asunto estratégico que, sin embargo, está pasando sin pena ni gloria y sin el acicate y el apoyo del sector económico que más interesado debería estar en su éxito: el turismo. Claro que, bien pensado, también ahí mandan mucho algunos empresarios de las islas. De las Islas Baleares, digo.