Nación, nacionalismo, estado, estado- nación son conceptos que están dentro de la discusión política, del espacio sociológico y hasta dentro del ámbito de la filosofía. Son maneras de entender las relaciones de los ciudadanos con un ente a veces no tangible y pleno de abstracciones al que podemos llamar Estado, que si hacemos caso a García Calvo estaremos hablando hasta de una entidad que no existe.

Pero no podemos hablar de estas cuestiones sin citar a Gellner. La teoría del nacionalismo sin su concurso es frágil. No se cansa de subrayar "que el hombre moderno no es leal a un monarca, a una tierra o una fe, sino a una cultura". La nación representa el contexto socio-histórico en el que la cultura está incrustada y por medio de la cual esta se produce, trasmite y recibe".

Sin dejar atrás todo lo que concierne al fenómeno político del nacionalismo y a su influencia cada vez más impactante en la modernidad globalizante, aparece un término que viene a refrendar y dar vitalidad a los postulados de Gellner cual es la "nación querida".

La nación querida es el resultado de la participación activa de los ciudadanos. Será la conclusión de su trabajo.

¿Y cuándo se ejerce este? Sería cuando los integrantes de una comunidad saliesen de su minoría de edad modificando la relación entre lo viejo y lo nuevo. O sea, cuando sus miembros se conviertan en sujetos autónomos y súbditos de las leyes que ellos mismos se dan.

La nación querida es una trazo en el horizonte de la cultura de pueblos que desean ir camino de sí mismos, y encontrarse más bien pronto que tarde beneficiaría a sentar las bases de un nacionalismo consecuente, diferenciador y que se rodea de una fuerza que hay que poner en el plano del poder con todos aquellos contrapoderes que dificultan sus realización.

Sabemos que la teoría es la llave que abre las puertas de la práctica; sin teoría el mundo de las ideas sería plano e indefinido.

Hoy al nacionalismo se le intenta apagar por voces que desde los poderes de los Estados se han puesto en el trajín de dificultar procesos y romper identidades llevándolas al espacio de la confusión, hasta llegar muchas veces a saber qué es lo de uno y qué lo del otro.

Pero las identidades arropadas por el armazón de la cultura se reafirman aún más ante las dificultades que se han puesto en su camino, porque en esa misma dificultad aquellos pueblos que han conseguido una lealtad identitaria son los que han servido de referencia a los que desde una tibieza caminan con dificultad por los espacios nacionalistas, pero que no deben cesar en su empeñó de llegar a ser ejecutores y protagonistas de su propia historia.