Poco o muy poco sabemos de las nuevas plataformas de Netflix o Amazon, porque han aterrizado recientemente en España y otros países (Netflix se presentó en España en octubre del 2015), pero llevan varios años operando en EEUU y ambas cuentan con una audiencia muy potente, 75 millones de usuarios por parte de Netflix y presencia en más de 190 países, y más de veinte millones en el caso de Amazon.

Netflix es una compañía que ofrece alquiler de películas y series a través de una tarifa plana que el consumidor contrata y que le da acceso a un catálogo considerable de contenidos audiovisuales, tanto actuales como antiguos. Amazon es una empresa de venta "on line", conocida por el público por la venta de libros, pero que también se ha iniciado en el servicio de alquiler de contenidos vía "streaming".

No han sido pioneras en el negocio, existían ya empresas similares, como Blockbuster en EEUU, que se dedicaban al alquiler de películas y juegos, pero que, en palabras de los expertos en medios digitales, pueden quedarse atrás al no haber entendido los nuevos comportamientos del consumidor y evolucionar hacia sus nuevos hábitos.

En la oferta de contenidos de estas nuevas empresas se ofrecen temporadas de series archiconocidas y de éxito, también nacionales, además de producción propia en exclusiva, sobre todo series, que solo pueden verse en la plataforma.

"Sense8", de los hermanos Wachowsky, con nuestro compatriota Miguel Ángel Silvestre, es un ejemplo de una de estas series y de su éxito entre el público con miles de descargas. Y en la actualidad están previstos un gran número de estrenos tanto de películas como de "sitcom" con grandes estrellas, Ashton Kutcher por poner un ejemplo, lo que quiere decir que los actores entienden este tipo de contenidos como un trabajo más, independientemente de dónde y cómo se exhiba.

Estas compañías han iniciado una carrera en la que no solo pretenden ser vendedores en línea de series y películas antiguas o ya estrenadas. Su nueva línea de negocio y servicio al usuario es poder ofrecerle estrenos de cine entre su oferta de contenidos como una estrategia para captar suscriptores.

Netflix está adquiriendo derechos de exhibición de películas para su estreno simultáneo en "streaming" y salas de cine. Amazon, de forma muy similar, también ha comprado derechos de exhibición, pero respeta su estreno previo en salas. En el pasado festival de Sundance, estas empresas revolucionaron el mercado comprando los derechos de varias producciones por grandes cantidades de dinero, (la última película de Woody Allen entre ellas).

Su intención, en palabras de sus directivos, es conseguir reputación de marca y apoyar cine independiente o diferente. No hay negocio publicitario de por medio, por lo que lo que ofrecen al comprar los derechos son número de hogares y suscriptores, no perfiles de público, porque no investigan a su usuario.

Hasta aquí, no hay problema, el propietario de la película o serie está en disposición de decidir si vender sus derechos a una plataforma como Netflix o elegir el canal convencional de distribución de estreno en salas. Sin embargo, este nuevo modelo de exhibición socava para muchos agentes del sector el negocio del cine tal y como lo conocíamos hasta la fecha y cuenta con más de una oposición, especialmente los propietarios de las salas.

Una película se estrena en salas de cine y debe cumplir lo que se denomina una ventana de exhibición de noventa días antes de ser exhibida en otra plataforma de distribución: DVD o vídeo "on demand". Esto garantiza el negocio de los distribuidores y propietarios de salas de cine y retroalimenta el negocio de los productores e inversores.

Si el estreno se produce de forma simultánea en plataformas vía "streaming" y salas, el modelo de negocio se resiente y cambia de forma radical. En primer lugar, cualquier usuario puede decidir ver en su casa una película antes que ir al cine y pagar su entrada, teoría que defienden los directivos de Netflix pensando en el consumidor y su derecho a decidir, además de su comodidad.

Por otro lado, la misma compañía que adquiere los derechos, sea Netflix o Amazon, podría vender la película que estrena en exclusiva a circuitos de salas de cine y no renunciar a su distribución convencional. Hasta ahora, esta nueva vía de exhibición cuenta con muy pocos simpatizantes en el sector: si Netflix compra los derechos, las salas y los distribuidores en su gran mayoría boicotean su exhibición y la rechazan en su cartelera porque sienten amenazado su negocio.

En otro orden hay que considerar la calidad del visionado, puesto que nada tiene que ver las dimensiones de la pantalla y sonido de una sala de cine frente al televisor en casa. Tampoco es lo mismo el patrón de ocio que supone acudir a una sala frente al ver el estreno de una película en el hogar.

En este sentido y según la encuesta de hábitos y prácticas culturales del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (2014), el hábito de ir al cine ha crecido en la población española y alcanza a un 54%. Pero también es cierto que esta misma tendencia ascendente se produce en el consumo de contenidos vía "streaming" y en el visionado de contenidos en todo tipo de pantallas: ordenador, tablets, móvil...

En conclusión, podría afirmarse que existe espacio para ambas maneras de consumir cine, sobre todo si se trata del público joven, mucho más permeable a los cambios, pero el tiempo nos dirá si estos nuevos modelos de negocio tienen cabida en la sociedad actual.