Los asuntos, en muchas ocasiones, no tienen una sola lectura, sino varias y a diferentes niveles. Y a veces pueden ser incluso contradictorias. La visita al futuro hospital del Sur -porque aún está en ello- de la vicepresidenta del Gobierno ha abierto una pequeña crisis institucional con el presidente del Cabildo, que no fue invitado. A Carlos Alonso, como es lógico, le sentó como un tiro de escopeta. Y desde el punto de vista protocolario ha sido una falta de delicadeza o, si se quiere, de respeto, con la corporación insular.

Pero desde el punto de vista político Patricia Hernández no ha podido ser más hábil. Es notorio que una parte contestataria de los socialistas tinerfeños aprovecha cualquier oportunidad para debilitar la posición de la vicepresidenta en clave de desgastarla de cara a los apoyos que podría recibir en la batalla por la secretaría general del partido. La presentan como una esclava sumisa de los dicterios de Coalición Canaria, subordinada a las estrategias de Fernando Clavijo, acogotada por la amenaza ominosa de un pacto con el PP, complaciente con las iniciativas de los nacionalistas y más interesada por mantener a salvo su propio pellejo político que por defender los municipios de Tenerife donde el PSOE se siente traicionado porque se ha incumplido el cascado pacto en cascada.

Patricia Hernández se ha defendido siempre con un argumento impecable: el Gobierno está al servicio de todos los canarios, no de los partidos políticos. Los incumplimientos de los pactos los tienen que resolver los dirigentes de las organizaciones nacionalista y socialista porque el Gobierno está para gobernar y no para convertirse en el escenario de las batallitas partidarias. Tiene razón. Pero como la jodienda no tiene enmienda, el sector crítico no ha dejado de segarle la hierba cada vez que se le ha puesto ha tiro. Así que, de repente, Patricia Hernández aparece en una desafiante visita con los poderosos alcaldes socialistas del Sur -y algunos de otros partidos- haciéndole un ostensible vacío protocolario a Carlos Alonso, uno de los mayores valores políticos de CC en la isla y además estrechamente unido a Clavijo.

No hay que ser un lince precisamente para leer el desplante en clave de independencia y autoridad. Es un mensaje que se envía a la sociedad en general, pero con destino expreso a ese sector crítico de los socialistas tinerfeños que quieren sumar descontentos a una posible alianza con la parte de Gran Canaria, que no apoyaría la candidatura de Patricia Hernández a la secretaría general del partido en un futuro congreso para el que todo el mundo lleva un tiempo moviendo piezas en el tablero.

Al presidente Clavijo, que canta alegre en la popa, todo esto le debe divertir un poco. El viento no puede ser más favorable. En Gran Canaria, donde más débil es Coalición, Antonio Morales se agiganta arrastrando tras de sí al PSOE y al PP a una carrera insularista -el último que apague la luz- y poniendo los pelos de punta a los sectores empresariales que empiezan a ver en el Gobierno su tabla de salvación. Le están poniendo, como quien dice, la mesa.