De Alejandro Lucas López y Daniel García Martín, de entrada, sin apenas conocerlos, se puede decir que son dos jóvenes puntuales y responsables. No es poco para empezar con buen pie. La cita convenida para ahondar sobre todo en sus experiencias vitales con el silbo gomero se había concertado a las 17.00 del jueves 25 de febrero pasado, y los pibes, como no podía ser de otra manera, allí estaban, algo hieráticos, casi firmes y junto a las puertas del bodegón Ignacio, a la espera del periodista y del fotógrafo, a punto de entregarse a una charla que quizá soñaban como algo apasionante. Y así fue.

Todo se iba a producir en el barrio de San Antonio, en La Matanza de Acentejo (isla de Tenerife), un topónimo oficial de pueblo que estos jóvenes amantes de las tradiciones seguro hubiesen sustituido por el del municipio colindante, La Victoria, ya que en La Matanza fue donde ganaron los guanches y donde sufrieron una dura derrota los conquistadores, a finales del siglo XV. La historia, ya se sabe, la escriben los que salen victoriosos).

Estos dos chavales, Alejandro, de 19 años, y Daniel, con 18 recién cumplidos 18, se conocen de toda la vida, son excelentes amigos, casi hermanos, y han vivido su infancia y juventud como si acaso fueran una única persona, al menos en lo que concierne a la enseñanza del silbo gomero y a la afición y el continuo entrenamiento de esta práctica ancestral de comunicación sonora.

Alejandro y Daniel, se puede decir, son unos "máquinas" en esto del silbo gomero, como así lo demuestra el primer premio obtenido por el dúo en 2014 en el concurso absoluto celebrado en la isla de La Gomera, la última competición organizada hasta ahora al nivel más alto. Ese éxito, que quieren revalidar en el campeonato previsto este año, para lo que no han dejado de entrenar con ahínco en los últimos tiempos, tiene varios apellidos y muchos nombres de personas e instituciones que han sido influyentes en sus carreras.

Así lo dejan claro nada más iniciar el diálogo, y lo hacen con la perfección, que es fruto del exquisito empeño, de no dejarse a nadie atrás. Aparecen pues las figuras esenciales, enormes, del "gran" profesor Rogelio Botanz y de los maestros gomeros del silbo Lino Rodríguez e Isidro Ortiz (Premio Canarias 2009 de Cultura Popular), y también, como no podía ser de otra manera, hablan de cuál fue el inicio de toda esta aventura, de toda esta historia aún inacabada y calificada de "espléndida". En el origen de sus hazañas con el silbo gomero está La Matanza, un centro de enseñanza: el CEIP Acentejo, y un maestro al que le dio por las músicas "de aquí": Rogelio Botanz. Otra vez Botanz, ex de Taller Canario de la Canción, y su descomunal y "excelente trabajo", dicho al unísono en una y otra ocasión, en boca de Alejandro y de Daniel.

Todo germinó en el colegio público Acentejo, con 5 o 6 años de edad, cuando eran unos auténticos canijos. Y desde ahí hasta ayer mismo, ¡y lo que queda!, siempre sin perder el ritmo y sin abandonar esa estupenda peregrinación hacia un futuro que por ahora no tiene fin. Este viaje periódico y mimético de ida y vuelta hacia lo más hondo de las tradiciones canarias los ha llevado hasta lo que hoy son: los mejores silbadores de las Islas; o sea, del mundo, muy bien instalados en las cimas de las verticales paredes del barranco de Acentejo, una cuenca que es hito aborigen en las Islas, de forma muy especial en Tenerife y su vertiente norte.

Alejandro y Daniel no han dejado de estudiar en todo este tiempo, de aprender silbo gomero y de mantener a raya la enseñanza reglada. El primero de estos matanceros es alumno del grado de Pedagogía en la Universidad de La Laguna, mientras que Daniel ha optado por la formación profesional y un ciclo de Preimpresión Digital, para lo que acude a diario al IES Virgen de la Candelaria, en Santa Cruz.

Desde una de esas obligaciones, se forma un ramal con otras dos bien destacadas en sus agendas: el tiempo dedicado a ser aún mejores en silbo gomero y las horas que separan para enseñárselo a sus compatriotas, muchas veces en el colegio Acentejo. El silbo gomero está bien integrado en sus rutinas: es el mejor combustible. Algo parecido ocurre con Botanz, al que Daniel define de manera sencilla: "Botanz es todo", y añade: "Mis primeros conocimientos en música llegaron gracias a él". Alejandro incide en lo mismo: "Botanz es nuestro padre y nosotros somos sus hijos en el silbo gomero. Además, es nuestro amigo, nuestro guía espiritual, alguien que siempre se ha preocupado por nosotros, del que aprendemos constantemente, tanto de lo que hace como de lo que dice...". Botanz, queda bien claro, lo es todo para ellos.

Pero tanto como él, o más, el silbo gomero. Daniel lo muestra con solvencia: "El silbo nos ha abierto el mundo, numerosas puertas, y nos ha acercado a mucha gente de gran valía". Alejandro lo remarca: "Ha significado la posibilidad de conocer, de enseñar a personas importantes, de llegar a un mundo muy especial y a su gente".

Estos dos chavales de La Matanza se sienten "muy felices" por su labor intensa que "contribuye a que no se pierda el silbo gomero [Patrimonio de la Humanidad como bien cultural inmaterial]". En un futuro, y lo dicen a la par, no descartan ser profesores de silbo gomero, para lo que ya se preparan, bien en la isla de La Gomera o bien en La Laguna.

Acerca de las bondades de este lenguaje "sui generis", que ya existía antes de la conquista, Alejandro sostiene que "lo que más le impresiona es la capacidad que tiene el silbo de transmitir mensajes a personas con discapacidad intelectual", mientras que Daniel pone el acento en "que podemos silbar cualquier cosa: silbarla y entenderla, además en el idioma que se quiera".

Este dúo de silbadores ahora está empeñado en repetir el éxito de 2014, entonces en San Sebastián de La Gomera, donde se coronaron como los mejores. Fueron los ganadores, advierten, "por la ilusión, el trabajo y el profesor que tenemos [en alusión a Rogelio Botanz]. También por la extraordinaria implicación y porque nos entrenamos mucho". Esto lo solemos hacer "en el barranco de Acentejo, uno en cada vertiente", dice con orgullo Daniel, que no deja pasar la ocasión sin reforzar que "la humildad es nuestra bandera", pese a que algunos "nos critiquen o sientan envidia por nuestra posición actual". Vamos, que en todos lados cuecen habas.

Como especies que hay que proteger

Alejandro Lucas y Daniel García, dos pibes estudiantes y deportistas de La Matanza, llevan mucho tiempo amando el silbo gomero y a la persona que los atrapó en esa afición, quizá algún día profesión para ellos. En el año 2013, paladearon las mieles del triunfo, con un segundo puesto; en 2014 hollaron la cumbre, al ser primeros en el campeonato absoluto de silbo gomero, y en breve, en algún momento de este 2016, sueñan con repetir aquella gran hazaña. Son de La Matanza, de la isla de Tenerife; son los campeones del mundo de silbo gomero y, entre sus mejores voluntades está la de contribuir a que este modo de comunicación sea cada vez más universal: que no se pierda nunca, jamás. Son especiales, demasiado especiales y encantadores como para no ayudarlos. Son una especie a proteger.