La visita de Pedro Sánchez que algunos han calificado de vacaciones con finalidad política no es mala para Canarias. Sirve para que el Gobierno canario ponga sobre la mesa el injusto castigo que ha sufrido nuestra Comunidad con una financiación escandalosamente más baja que la media peninsular. Y para que el candidato a la presidencia del Gobierno se haya comprometido a resolverlo. No es poco.

El Estado español tiene un sistema para pagar los servicios públicos esenciales que prestan las Comunidades, que es la financiación ordinaria y los diferentes fondos de garantía, convergencia y suficiencia. Eso por un lado. Luego Canarias, que está donde el diablo perdió el rabo, dispone de un sistema histórico de compensaciones al hecho insular que se remonta casi a la colonización, transformado luego en el decreto de Puertos Francos y más recientemente, en 1972, en la primera Ley de Régimen Económico y Fiscal. Esos fueros conceden a las islas la recaudación de varios impuestos propios y contemplan actuaciones especiales del Estado (en el transporte de viajeros y mercancías, la desalación de aguas o los costes de la energía, entre otras). A esos dos sistemas se le une un tercero, que es el de los instrumentos que la Unión Europea dispuso para compensar la lejanía e insularidad de Canarias.

Bueno, pues todo eso es caca de la vaca. A Canarias no han hecho más que postergarla hasta situarla como una de las comunidades peor financiadas de España. La ley del REF se la han pasado los gobiernos españoles por el forro de los cojines incumpliéndola un año tras otro impunemente. Nos han desmontado los convenios especiales -las inversiones- en carreteras, empleo o infraestructuras turísticas. Nos han estrangulado las subvenciones a la desalación de aguas y al transporte. Y los instrumentos europeos de ayudas a la exportación y al consumo no han evitado la mayor caída histórica de las exportaciones agrícolas canarias y que tengamos una de las cestas de la compra más caras del Estado español.

Esto es así. Y el balance, que produce escalofríos, tendría que haber despertado una convulsión en estas islas si los canarios no tuvieran horchata de chufla en vez de sangre. Es inconcebible que esta tierra, con una tasa de paro del 27%, con miles de jóvenes colgados de la brocha, con índices de pobreza y de exclusión social que baten récords, no haya puesto el grito en el cielo desde hace ya algunos años.

Lo que pasa es que ahora el modelo de Estado está en crisis. Si no tenemos nuevo Gobierno, noventa y pico días después de las elecciones, se debe, entre otras cosas, al peso del conflicto territorial y sus reivindicaciones. Cataluña, Galicia, Valencia y el País Vasco tienen una importantísima y decisiva presencia política propia en un Congreso desgarrado por los independentismos. ¿Qué peso tiene Canarias en todo ese berenjenal? Ninguno. Tenemos la fuerza de la razón, que, como todo el mundo sabe, no vale un pimiento frente la razón de la fuerza.