Los ciudadanos son columnistas que escriben con saliva. Todo lo que se analiza en la prensa diaria pasa por las tertulias de cada mañana, en el desayuno en la cafetería o en las reuniones de jubilados ociosos. Mientras te tomas algo puedes escuchar cómo la gente pasa revista a las cosas que les parecen importantes. Hay tertulias improvisadas en Santa Cruz. Grupos de amigos, generalmente de avanzada edad, que se sientan para hablar y a veces discutir con una pasión digna del mejor estudio televisivo.

Para nuestra gente, los asuntos se resuelven generalmente con palo y tentetieso. Los juicios de valor son contundentes y sin nada de medias tintas. ¿Por qué hay tanto paro?: porque los de aquí son unos gandules, porque les quitan el trabajo los de fuera y porque en Canarias las grandes empresas son de extranjeros. ¿Por qué hay tantos problemas para formar un gobierno? "Porque son unos inútiles. Mira Carrillo, que era más hombre que una docena de estos, cómo se entendió con Suárez. Estos son unos mentecatos que sólo piensan en coger una cartera y una silla ministerial". ¿El tipo que tuvo un accidente porque había bebido? "Que le quiten el carné para toda la vida: que no juegue con la vida de la gente". ¿El REF? "Tanto REF para arriba y REF para abajo. Lo que tienen que hacer es trabajar y dejarse de tanta mamandurria". ¿Pedro Sánchez?: "¡Bah! Un machango político". ¿Albert Rivera?: "Otro machango". ¿Pablo Iglesias?: "Un pinta peligroso". ¿Mariano Rajoy?: "Quita pa''llá, muchacho, vaya tolete". ¿El CD Tenerife?: "Lo que hay que hacer es correr más y sudar la camiseta, que bastante que ganan".

Y así. No hay tema que no se solvente con una frase lapidaria que ya quisiéramos muchos de los que hacemos análisis en los medios de comunicación. En todos los grupos hay un líder vocinglero, otro que pone el sentido del humor, un sector optimista y otro pesimista y, en general, una representación de lo que es nuestra sociedad. Y en todos los grupos que a menudo me voy encontrando por ahí escucho el ruido de fondo de la decepción. El cabreo ha dado paso a la desilusionada percepción de que las cosas van a peor.

El martes, mientras por la televisión se daban las espantosas imágenes de otro escenario de terror y muerte en Europa, todas las conversaciones se callaron. Cuatro días después de la detención de Salah Abdeslam, uno de los autores de la masacre de París, y antes de que confesara nombres y cómplices, los terroristas causaron la muerte y la destrucción en Bruselas. Me quedé escuchando atentamente cómo retomaban el asunto mis vecinos de mesa. "El mundo siempre fue violento. Siempre hubo muertes", dijo uno. "Sí. Lo que pasa es que ahora nos están matando a nosotros como conejos", le contestó un contertulio. Y el otro, sorbiendo un cortado, lo remató todo: "Antes casi siempre sabías por lo que morías. Ahora te matan los drones o los terroristas y no sabes ni por qué". Amén.