Estamos en plena Semana Santa. Para los que nos consideramos cristianos (antes eran prácticamente todos los españoles, ahora somos menos) se celebra el acontecimiento o semana más importante del año, que debería ser siempre actual, presente y eficaz: del enaltecimiento, pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Los cuatro evangelistas: San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan escribieron sobre la misma en los Evangelios del Nuevo Testamento.

Comienza con el Domingo de Ramos, un homenaje a Cristo, que entra en Jerusalén como Rey. Los ramos nos muestran que Jesús va a sufrir, pero como vencedor; va a morir, pero para resucitar. Es la inauguración de la Pascua, el paso de las tinieblas a la luz, de la humillación a la gloria, del pecado a la gracia y de la muerte a la vida. El Evangelio de San Lucas (22, 14-23, 56) dice así:

"Salió Jesús al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar, les dijo: Orad para no caer en la tentación. Él se arrancó de ellos y, arrodillado, oraba diciendo: Padre, si quieres, aparta de mi ese cáliz. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

"Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra Él: ¿Habéis salido con espadas y palos como a la caza de un bandido? A diario estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano. Pero esta es vuestra hora: la del poder de las tinieblas.

"Cuando se hizo de día, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron: Si eres el Mesías, dínoslo. ¿Eres tú el hijo de Dios? Él les contesto: Vosotros lo decís, yo lo soy. Ellos dijeron: ¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios?Nosotros mismos lo hemos oído de tu boca. Y lo llevaron a presencia de Pilatos (gobernador romano), que les dijo: No he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis. Le daré un escarmiento y lo soltare.

"Volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando: ¡Crucifícalo, crucifícalo!... Y a Jesús se los entregó a su arbitrio. Mientras le conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con Él. Y cuando llegaron al lugar llamado La Calavera, lo crucificaron allí, a Él y a los malhechores. Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros. Pero el otro le increpaba: ¿Ni siquiera temes a tu Dios estando en el suplicio? Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino. Jesús le respondió: Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.

"Jesús clamó con voz potente: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu. Y dicho esto, expiró".

A la vista de este evangelio observo cómo Jesucristo, como hombre que es, trata de no sufrir el suplicio que le esperaba, pero como deberíamos hacer todos en muchas ocasiones añadió: Pero no se haga mi voluntad sino la tuya. Los que lo habían apresado lo acusaban ante Pilatos de que trataba de levantar al pueblo contra el poder romano, y de que no pagasen los impuestos. Lo cual no era cierto en ningún caso; recordad cuando, enseñándole una moneda romana, pretendían precisamente eso y Jesús les dijo: Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios; cuántas veces con mentiras y falsedades pretendemos lograr algo.

Recordando estos pasajes de la Semana de Pasión, seamos justos y digamos siempre la verdad aunque esto nos perjudique. No seamos meros espectadores de las procesiones y actos litúrgicos, que debemos intentar presenciar, sino contemplar y celebrar, haciendo memoria y participando en todo aquello que la comunidad cristiana realiza en estos días, acogiéndonos al amor y misericordia de Dios, que se nos ofrece en la celebración de los sacramentos del perdón (confesión) y de la eucaristía (comunión). Participemos en los actos de hoy, Jueves Santo (memorial de la institución de la eucaristía); mañana, Viernes Santo (donde recordamos la muerte de Cristo en la cruz), y la Vigilia Pascual (la noche entre el sábado y el domingo, que celebramos la resurrección de Cristo). El drama de la muerte de Cristo es actual; es un reflejo del cúmulo de dolor y muerte que pesa sobre la humanidad de todo tiempo.