Si usted carga con las mochilas de sus hijos en cuanto salen del colegio, ¡cuidado!, podría entrar dentro una nueva categoría: "padre helicóptero", temidos por maestros y pedagogos, que organizan hasta el último detalle de las vidas de sus hijos y no les dan opciones para valerse por sí mismos, ya que los sobrevuelan continuamente.

Pero, además del pequeño detalle de la mochila, ¿cómo reconocer si formamos parte de ese grupo? Estos hablan en plural cuando se refieren a las cosas de sus hijos ("hoy tenemos examen de matemáticas"), están obsesionados con que reciban la mejor educación en el mejor colegio o universidad, discuten constantemente las posiciones de maestros y entrenadores, planean numerosas actividades extraescolares y, sin embargo, no permiten que sus hijos participen en las tareas de la casa ni asuman obligaciones básicas como hacerse la cama o poner la mesa.

Otro tipo de padres son los que ejercen de chóferes, entrenadores, guardaespaldas, profesores particulares y mayordomos... En resumen: estresados que acaban criando hijos agobiados que crecen incapacitados por exceso de protección. En resumen: hoy queremos dientes perfectos, un cuerpo perfecto, las vacaciones y la casa perfecta y, obviamente, los niños perfectos para completar el cuadro. A esto hay que sumar el estrés del estilo de vida que nos han impuesto, que transmitimos a nuestros hijos con ese omnipresente "¡corre!" que nos persigue sin descanso y hace que, toda esta falta de tiempo y de espacio para "ser" genere una serie de carencias emocionales en muchos niños y niñas, que no saben desenvolverse en un grupo de gente. Se sienten débiles y con un montón de miedos.

La conclusión es preocupante: tal vez estemos criando la generación más frágil e insegura de la historia, lo que debería hacernos pensar que, ante todo, los niños necesitan unos padres relajados. Es un derecho de la infancia.

Pero tranquilo, a pesar de la alarma, el panorama tiene solución. El camino a seguir se llama "underparenting", o, en otras palabras, hacerles menos caso a los hijos. ¿Y cómo se hace eso? Volvamos al principio. Usted no ha de cargar por sistema con sus cosas. Parece una nimiedad, pero que carguen ellos con su mochila es una forma efectiva de educar la responsabilidad.

También sugiero que no se les permita a los niños interrumpir las conversaciones, y que no les preguntemos sistemáticamente todo, desde qué quiere comer hasta qué medicamento prefiere tomarse para la fiebre. La línea a seguir se define como "sana desatención", sin anticipar todo tipo de contratiempos ni pasarse el día alrededor de los niños para intervenir a la mínima de cambio. Esta avalancha no sólo está consiguiendo matar la espontaneidad infantil, sino también crear pequeños narcisos.

Otro aspecto importante es el de la educación. La educación no consiste solamente en adquirir títulos. Que su hijo o hija sean capaces de dar las gracias y de encajar una frustración es también parte fundamental de su formación. Es importante, además, no interferir demasiado en las decisiones del colegio e intentar que el niño aprenda a asumir sus propios errores.

Pero ¿qué es lo que nos impide soltar a nuestros hijos de la mano? ¿Por qué los sobreprotegemos hasta rozar muchas veces el ridículo? Pues algo tan humano como el miedo. "Miedo a equivocarnos. A decirles no. A traumatizarlos. A no darles todo lo que consideramos que se merecen. A no conseguir que sean felices. A que sufran. Incluso a no conseguir esos hijos perfectos que parece que hoy todos hemos de tener". La receta para superarlo es relajarse y disfrutar de ser padres, para que también ellos disfruten de ser hijos.

*Director del colegio salesiano San Isidro (La Orotava)