Alguno cree que vivimos una época de postureo. Se refiere a la política, claro. Pero no es exacto. El postureo es generalizado: está en la justicia, las policías (las europeas, en general, y la belga en particular, menos la española, más discreta y efectiva y, seguramente, peor pagada), los periodistas y tertulianos, muchas ONG, etcétera. Nada se resiste a la tentación de la insustancialidad, la superficialidad, la frivolidad, o a hablar, e incluso pontificar, sobre lo que, en rigor, se desconoce. Casi nadie hace bien su trabajo, pero está dispuesto a jurar que quienes lo hacen realmente mal son el resto de los mortales.

Por eso, en realidad, más que de postureo, ese raro neologismo, habría que hablar de impostura. En una tertulia radiofónica se puede oír decir a una periodista que los terroristas yijadistas son unos tarados, como lo eran muchos comunistas. No todos, aclara a continuación. O que los yijadistas de ahora son los anarquistas del pasado. Suma y sigue. Hay gente, como un tal Inta, que cada vez que habla contra Podemos lleva paladas de votos a las sacas de Podemos. Para eso lo tiene la Sexta, y otros, en pantalla, además de para aumentar la cuota de audiencia de gentes ávidas de análisis clarividentes que nos hunden en una ininteligible ceremonia de la confusión y en un ensordecedor ruido de fondo. Cuanto más ruido y confusión, mejor. Luego se hace una encuesta y la mayoría responde lo obvio: que no entiende nada. Pero eso también es noticia, y vuelta a empezar: como la pescadilla que se muerde la cola. Una confusión y un ruido que se olvidan al instante, porque bien está lo que bien acaba. ¿Quién recuerda ya todas las sandeces que se dijeron o escribieron sobre la imposibilidad de formar gobierno en Cataluña y la inminencia de celebración de nuevas elecciones autonómicas? ¿Quién cae en la cuenta de que los mismos que defienden la necesidad de actuar frente al reto soberanista catalán reprochan al Gobierno español cualquier actuación que emprenda al respecto?

Lo que importa es el día a día. Lo que importa es la actualidad. Hoy la actualidad es el drama de la inmigración, ilustrado por impactantes imágenes de niños muertos en la arena o utilizados como pancartas humanas. Pero mañana eso se relega a la quinta porque lo que toca es atentado en Bruselas y retóricos discursos sobre la unidad de los demócratas europeos.

Y la corrupción. Harto estoy de oír hablar de los 1.000 euros que Rita Barberá habría "blanqueado", junto a otros, en Valencia, como un síntoma de la podredumbre que asola al conjunto del PP. María Isabel Déniz, una alcaldesa de CC en Arrecife, se pudo apropiar personalmente de unos 500.000 euros en "regalos", y un gerente de una empresa pública del Cabildo d Tenerife, de 180.000, pero eso no afecta a la credibilidad de CC en su conjunto, que gobierna tan plácidamente en Canarias con el PSOE. Las Teresitas, también, se me dirá. Pero, fíjense, no lo tengo tan claro, a pesar de la hábil proclama de alguno sobre el "pelotazo de libro", tantas veces reproducida en El País, y en otros medios, porque, tantos años después, eso no es cosa juzgada, y la parte que se ha juzgado, por la vía civil, ha dejado curiosos testimonios que dejan en entredicho algunas de las sacrosantas "verdades" dichas sobre este asunto. Lo único cierto, por ahora, es que las Teresitas, como polo de inversión, ha quedado una vez más paralizada, el capital de origen canario en el sector turístico desacreditado (cuando no hundido) y el aparcamiento construido en la playa en proceso de demolición. Otro éxito de la confusión y el ruido reinante.

No me ando más por las ramas. ¿Se formará un Gobierno? Claro que se formará. Antes o después. Pero todas las imposturas dichas, y otras que me callo, apuntan en la dirección de que se puede formar el peor Gobierno posible: uno nucleado en torno al PSOE y Podemos, con o sin los pardillos, que se creían muy listos, de Ciudadanos. Aunque, a lo mejor, me equivoco, víctima también del ruido y la confusión.