Ante el derroche de conjeturas que se hacen referente a la formación del Gobierno de España, donde cada opinador presagia y enfatiza lo que acontecerá, y cada político no cesa de ponerse el traje de actor de cine según la película que toca ese día, apreciamos que lo que se construye es un panorama pleno de confusión, donde las veleidades, los dichos de hoy y los diretes de ayer son lo que prevalecen. Circulando la opinión, ya multitudinaria, y como dicen en esta tierra: "Si con estos bueyes tendremos que arar, guárdame un cachorro".

Sin embargo, para atinar con lo que vaya a acontecer, si habrá o no Gobierno, si será formado por la coalición de este con aquel, o la de aquel con el otro, o si por el contrario lo que se avecina es la convocatoria de nuevas elecciones, lo que produce un barullo de órdago, hay que buscar una solución casi inmediata como imposible. Y quizás sea el amparo de la mitología lo que nos evada de una realidad verdaderamente más que preocupante.

Se hace, pues, necesario que las pitonisas vuelvan a los escenarios por donde discurren nuestros queridos políticos, dejando en evidencia su mediocridad y poca altura tanto intelectual como política.

No hay más que verlos y oírlos. Pendientes de sus estudiadas puestas a punto y poses ante las incesantes ruedas de prensa y presencia en diferentes medios de comunicación, donde desarrollan la mentira y manidos discursos dichos ya ayer o antes de ayer.

Como estamos en un escenario de magia y de travestismo político, donde los actores son incapaces de desarrollar las premisas de un futuro inmediato y llegar a conclusiones definitivas, será mediante la vuelta del oráculo de Delfos lo que ponga solución a este tema e ilustre a políticos atolondrados qué es lo que deben hacer para terminar de una vez con este galimatías inoperante.

Hace miles de años existía junto al monte Parnaso un templo consagrado al dios Apolo que albergaba un famoso oráculo, el oráculo de Delfos, el cual recibía visitas de los griegos que deseaban saber de su futuro. Los gobernantes de la época basaban sus decisiones más importantes en las respuestas que a tal fin les manifestaba el oráculo.

Tendremos, pues, que recurrir a lo mágico, a la simbología, para encontrar similitud con ciertos personajes que se sientan en la sillón de sus incapacidades antes que en el del gobierno.

En el escenario de la mitología podremos, al menos, desviarnos del empobrecimiento mental que trasmiten, aunque bien pudieran secuestrar las voluntades de muchos que, encandilados por la luz tenue de su mediocridad, puedan confundirse y sentirse capturados por sus encantos. De eso va la política actual, al menos la española.