Vuelvo con el escabroso tema de la playa de Las Teresitas. En su día fui asiduo y disfruté mucho de este paradisiaco lugar. Mientras viví en la capital iba diariamente a caminar y darme el chapuzón, pero al venirme a Candelaria y teniendo playas por estos lares, ya no me apetece.

Durante años fue una playa solitaria en buena parte del año, diría que nueve meses, pues el chicharrero la visita de junio a agosto, después vuelven los colegios y no va el resto del año. Sinceramente la gente de Tenerife no es muy de mar, es más de campo, o sea, de merendero en el norte; siempre ha vivido de espaldas al mar y no se cansen en hacer una playa en la capital, pues pasará lo que ocurre con el Parque Marítimo, otro lugar espléndido y escasamente visitado, bastante barato y limpio como una patena, con buenos servicios y lugares de esparcimiento, lo contrario que la playa de Las Teresitas, un estercolero, sucio, con duchas y a veces no funcionan. Hablen con los barrenderos y vean los condones que se ven obligados a recoger. Aquello del amor libre se practica asiduamente en el lugar.

Por otra parte la playa es ocupada siempre por los mismos, es decir, unos cien deportistas que la disfrutan y bastantes extranjeros. Por lo demás, está vacía en invierno, parte de la primavera y otoño, repito, lo que duran las vacaciones de los pequeños. Pero son los protestones los del no a todo los que impidieron que este lugar se convirtiera en el mayor recurso económico de la capital, un emporio de riqueza y prosperidad en manos de unas escasas cien personas.

Con el proyecto de los arquitectos extranjeros, y cuando había sido aprobado por el propio ayuntamiento, comenzó su judicialización, y aquí topamos con otra clase de elementos: los intermediarios, los negados y la falta de visión de los gobernantes, pero especialmente su falta de decisión y nada digamos de los propietarios de los solares, que creyeron que unos pocos metros cuadrados cubrirían los gastos del resto de sus vidas y así en este eterno paréntesis la sociedad tinerfeña se conforma. Ahora el alcalde tiene una gran preocupación: buscar diez millones de euros para tirar el parking (mal llamado mamotreto) y después buscar muchos más para adecuar la playa para la avalancha del verano. Me decía don Fernando Arocena el abogado que los jueces no son ni agua ni pescado, ellos se adecuan a las leyes y estas no están al día para ciertos asuntos, la culpa es de los legisladores.

Lo cierto es que el problema subsiste y ahora parece que en la antigua batería de artillería se pretende construir un hotel de cinco estrellas, lo que daría otra perspectiva para el empleo, lo que tuvo que ser la playa, hoteles, balnearios, centros de ocio, cultura y deporte, todo un gran complejo turístico, limpio y aseado, con grandes zonas de esparcimiento, bares cafeterías, restaurantes, etc., para el disfrute local y de los extranjeros, que nos dejarían buenos dineros para nuestra supervivencia y ayudarían al decrecimiento del paro que tantas penas nos están causando. Pero no, volverán los nefastos del "no a todo", saldrán a la calle a protestar, pues ellos defienden que lo que quieren es una isla sin construcciones, sin progreso, sin vida. Pero no se quejan de una isla sobrecargada de construcciones en laderas y barrancos, casas colgadas que tienen destrozada la belleza de la isla, pues no creo que un hotel de cinco estrellas perjudique la belleza de la misma.

No vemos por ninguna parte a esas personas que se quejan de todo que carguen contra los grafiteros, que tienen a Santa Cruz hecha una porquería y seamos la "risita" de todo foráneo que nos visita. Que no defiendan nuestro patrimonio, nuestros monumentos, nuestras plazas; para ellos lo importante es poder hacer la carrerita y el baño diario y comérselo y bebérselo ellos solos. Dicen porque esto es nuestro y solo nuestro y nadie nos los va a arrebatar. Con su pan se lo coman.

Después carguemos contra los políticos y pidamos responsabilidad, en una tierra donde todo deben resolverlo los jueces, porque nadie es capaz de ceder un solo palmo para mejorar nuestra tierra.

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