Solo es cuestión de imaginación. Reconocer las vergüenzas y las virtudes de Canarias en un lienzo de escuela barroca o expresionista supone un ejercicio de atención más fácil de lo que parece. Como la pintura ha sido desde siempre el soporte artístico visual más efectivo para evidenciar el estado anímico de una sociedad, el Archipiélago esconde su particular pinacoteca de la desesperanza, una galería capaz de conservar y exponer el conjunto de las más dantescas colecciones bajo el patrocinio de los mecenas del cemento.

Con pincel traicionero sobre lienzo de miseria, se dibuja un pequeño trozo de la realidad de nuestra tierra, comparable al desánimo de Edvard Munch en "El grito", pero con la diferencia de que el paisaje de fondo no es Oslo, ni mucho menos. Si se acerca a la pintura casi de la misma forma que descubrimos los mensajes ocultos de Leonardo da Vinci, podrá percibir el sollozo de más de la mitad de las desempleadas canarias que no cobran ninguna ayuda, además del ruido sordo del 57% de los pensionistas que no alcanzan los 700 euros mensuales.

El guía explica a los visitantes cómo los juegos de trileros y el placer hedonista de los cargos definen la escuela pictórica canaria, de influencia marbellí y con su parangón en "Los jugadores de cartas" de Cézanne: sobriedad para adjudicar consejerías y direcciones generales en un juego de intereses donde CC reparte y el PSOE se queda con la peor parte y, por eso, tener buenas cartas es fundamental para hacer bien un pase siempre sabiendo cuándo es el momento de engañar al personal con ases y sotas. Según la ficha técnica, predominan los colores sobrios, y los contornos de las figuras en negro las aíslan del entorno en que se encuentran; sin duda, a imagen y semejanza de la tonalidad aburrida de los principales actores del pacto regional, que apuestan en arriesgadas partidas sin la pica del Plan Canario de Salud y el trébol de la rebaja fiscal que necesitan las Islas.

En nuestro museo de los despropósitos no podía faltar Francisco de Goya, un pintor que supo reproducir como nadie la desesperanza de la época en que vivió. A mitad del itinerario además le toca el turno al realismo contemporáneo de Edward Hopper y su sugestivo retrato "Sol de la mañana", una estampa que bien podría reflejar la soledad de la mujer que mira por la ventana buscando su futuro robado. Ellas simbolizan el desamparo de luchar contra gigantes en la segunda autonomía con mayor tasa de víctimas de violencia de género. Por esa misma ventana se enfrentan a un panorama de desigualdad laboral en el que las mujeres cobran el 15% menos que los hombres en la "época de la recuperación económica".

Tras una hora de ruta, en un rincón oculto entre la salida y la cafetería, casi sin protagonismo, cuelga el anhelo de aquellos que amedrentan sin éxito la misión de contar la verdad: "La muerte de Marat", el periodista jacobino asesinado mientras escribía en su bañera.

@LuisfeblesC