Doña Monsi se ha marchado a Centroamérica acompañada de Neruda. Quiere averiguar si su nombre se encuentra en los papeles de Panamá, que han destapado una presunta trama de blanqueo de dinero. Aunque ella nos juró que nunca ha engañado a Hacienda, la mañana que Bernardo la llevó en su taxi al aeropuerto reconoció que, años atrás, había mantenido una relación con un hombre de negocios que luego resultó ser un experto en evasión de impuestos.

-Qué falta de seriedad -comentó Eisi.

-Y si la detienen en Panamá, ¿la extraditarán o la dejarán allí para que se pudra como una rata en la cárcel? -preguntó Úrsula.

-Por favor... ¡Qué desagradable eres! -le echó en cara la Padilla.

El martes por la mañana, María Victoria, que ha decidido vestirse con una pollera panameña hasta que la presidenta regrese, nos comunicó que doña Monsi y Neruda ya estaban instalados en Playa Tortuga.

-Eso es un hotel de lujo, ¿no? Qué mala imagen para el edificio -se quejó Úrsula.

-Evasora de pacotilla -añadió Eisi.

En la corta llamada de teléfono, Neruda también comentó que esa misma tarde se reunirían con un detective privado para averiguar si, por fin, el nombre de la presidenta aparecía o no en los malditos papeles.

-Mi adoro Playa Totuga. Papá mío tienda allí -empezó a contar Xiu Mei, pero Bernardo, que tenía las manos sucias después de haber cambiado el aceite al taxi, le cerró la boca con un beso de película.

-Tú, calladita que te pueden implicar -le aconsejó su marido.

Como siempre, Carmela se puso nerviosa. Teme que si involucran a doña Monsi, acabe perdiendo su trabajo.

-Mujer, mientras haya pelusas, no dejaremos que te echen de este edificio -le aseguró María Victoria, que se pasa el día dando giros sobre sí misma porque le encanta el vuelo que levanta la pollera panameña.

-No es por mí. Es por mis niñas. Son dos bocas que alimentar -explicó Carmela angustiada porque, además, en la guardería, le han requisado la minicámara que había escondido en los pendientes de las mellizas.

-Es que, chica, una cosa es colocarles una cámara para vigilar y otra hablarles a las niñas -le reprochó la Padilla.

Por lo que sé, la directora de la guardería descubrió el aparato cuando, al coger a una de las mellizas, escuchó unas voces que provenían de su orejita.

-Yo solo quería tener contacto con ellas para que no me echaran de menos -se justificó Carmela.

De nuevo el miércoles tuvimos noticias del otro lado del océano. El teléfono sonó de madrugada en casa de María Victoria y ella, con su habitual tono de voz, nos despertó a todos. Neruda le informó de que la situación se estaba complicando porque en los papeles aparecía una tal Montserrat, y tenían que confirmar si realmente se trata de nuestra doña Monsi.

-Nos quedaremos unos días más en Playa Tortuga a la espera del resultado -avisó.

-Pobrecillos -comentó Brígida, pero su hermana la dejó callada cuando le enseñó fotos de las instalaciones del hotel.

La semana transcurrió tranquila hasta que el viernes dos tipos raros llegaron al edificio preguntando por la presidenta.

Ella Panamá... -dijo Xiu Mei, que, en ese momento, estaba en el portal regando una de sus plantas medicinales.

-¿Está loca? -gritó en voz baja Carmela, haciéndome aspavientos.

-No le hagan caso. Es que la chica no habla bien español. Lo que quiso decir es que ella solo estaba por aquí para regar el culantrillo, "pa na ma" -dijo la Padilla- ¿En qué puedo ayudarles?

-Traemos algo importante -dijo uno de ellos y le mostró unos papeles que llevaban el nombre de la presidenta.

-Dios mío, ¡nos van a detener a todos! -gritó Brígida.

-Yo sabía que, al final, la tipa esa estaba metida en el fango -dijo Eisi.

-Agentes, si tienen que detenernos, solo les pido que me dejen despedirme de mis niñas -suplicó Carmela.

-Señora, tranquilícese. Nosotros solo hemos venido a dejarle este paquete.

La Padilla agarró una cajita de cartón y Eisi, leyó la tarjeta que colgaba de uno de los laterales: "Abu, aquí te mando a Hércules, en breve llegó yo".

@IrmaCervino

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