Barcelona, una de las ciudades más hermosas del Mediterráneo y de Europa, con sus espléndidas avenidas rectas, o como dicen los andaluces "tiradas a cordel", es además monumental, próspera y emprendedora, y donde el visitante siempre se encuentra muy a gusto. Esta gran urbe tiene como alcalde a una señora llamada Ada Colau, salida del populismo rampante que azota este desgraciado país, y que los españoles, y los barceloneses en particular, han votado como consecuencia de haber defendido a unos cuantos desafortunados que, con el aumento del paro y la gran crisis, perdieron sus viviendas. Salió a la palestra y su popularidad le permitió llegar hasta esta cota de poder, por lo que hoy disfruta de un gran sueldo y acomodación.

Tras casi un año en la poltrona, con la promesa de devolver las viviendas, eliminar los embargos, las subastas y la apropiación por parte de los bancos de sus propiedades, todo ha quedado en agua de borrajas. Sus palabras nunca se cumplirán, pues el engaño y la falsa mentira afloran en el día a día de todos esos populistas salvadores, y más pronto que tarde recibirán de su propia medicina con la que llegaron al poder.

En el tiempo que lleva de gobernanza prácticamente no ha hecho nada relevante en beneficio de la gran ciudad, eso sí, ha quitado el retrato del Rey, ha profanado la bandera española, ha permitido que una mal llamada poetisa hiriera profundamente el padrenuestro y al cristianismo en el salón de plenos del propio ayuntamiento, con risitas incluidas, y por si no fuera suficiente, también se ha metido con las Fuerzas Armadas, tratándolos como escoria de la sociedad. Pues hasta aquí ha llegado mi paciencia.

Siendo hijo, hermano y tío de militar, todos artilleros con una vida intachable, honesta y honrada, y habiendo servido también al país, llevo en la sangre el sentimiento de honor por la patria y la bandera, por lo que no puedo ni quiero que se permitan más insultos. Las Fuerzas Armadas son la institución más valorada, querida y respetada de España. Con su labor y la defensa de la patria, tanto dentro como en el extranjero, han demostrado su lealtad y su servicio a la comunidad. Nací en un cuartel, por lo que escuchar las trompetas y los tambores en una marcha militar supone un recuerdo entrañable de la familia en la que me crie. Ver por televisión el desfile de los legionarios cargando el Cristo y cantando "la muerte no es el final" me hace tener los ojos vidriosos. Y escuchar a mi sobrino contar las vicisitudes pasadas en Bosnia, El Líbano, Irak o Afganistán me hace sentir orgulloso. Además de poner en riesgo sus vidas, realizan labores humanitarias, de enseñanza, higiene, alimentación y defensa de poblaciones, servicio impagable, pues cobran menos que un concejal de un ayuntamiento pequeño y son los que más respetan la ley y la democracia. Así que den más ejemplo señores políticos, más respeto y menos ofensas, como ha hecho la impresentable Ada Colau.

En los tiempos en que el servicio se denominaba "la milicia", se hizo mucho bien a la juventud, pues en la instrucción previa algunos aprendieron, se disciplinaron y pudieron acceder a lo que la postguerra no les permitía. Recuerdo a un muchacho de un pueblo de Sevilla llamado Coín, que no había salido de allí nunca. Aprendió a vestirse, ser cumplidor con los horarios establecidos, y le enseñé a leer y a escribir. Un tiempo después se presentó a cabo, al poco fue cabo primero, y tras dos años de servicio vino a despedirse porque había conseguido plaza de sargento en su ciudad natal. El Ejército formó a muchos hombres, los hizo personas de provecho y creo que fue un tremendo error haber eliminado la obligatoriedad de hacerlo. Enseñaba educación, cortesía, tolerancia, compañerismo, disciplina, puntualidad... Ser militar conlleva sacrificios, personales y familiares, que se lo digan a nuestras valientes tropas en el extranjero, que diariamente se juegan la vida defendiendo a los suyos y otras personas, donde igual construyen un puente que protegen de inclemencias climáticas o de grupos armados revolucionarios. Lo dan todo por la patria.

Así que, honestamente, señora Colau, su actitud es deplorable. Más sensibilidad con los sentimientos de una gran mayoría de españoles.

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