Se prepara el escenario en una sala habilitada en el Congreso, se dispone una mesa para que se sienten los protagonistas, se le dota de botellas de agua, así como papel y bolígrafos, que debe ser lo más importante, porque de estos saldrán acuerdos que pongan las bases de un futuro Gobierno.

Una vez preparado el escenario acuden a la cita los protagonistas que van a intervenir en esta película. Antes de acceder a la sala hay que hacerse las fotos, donde cada cual posa según maneras; unos con las piernas entreabiertas y las manos colgando como emulando a los pistoleros del viejo Oeste y otros más modositos, pero sin abandonar sonrisas exultantes, que ya caen como un poco antipáticas.

Ya ubicados, comienza la conversación, que antes de llegar a una conclusión (que se resiste hasta el último cuarto de hora) lo que prima son fárragos y quintaesencias preparando el terreno, que como dijeron, se inundó de cordialidad hasta los últimos quince minutos, donde se llega a una conclusión fallida.

Se comienza en ese corto espacio de tiempo a poner sobre la mesa argumentos que son los mismos, los manidos, los que no han cambiado y que aún sabiendo que esto iba a ser así, o sea, llegar a la nada, se soportan para crear el espectáculo, que es lo que les interesa, traducido en trasmitir a la opinión pública su inquietud y preocupación por la formación de un nuevo Gobierno.

Se sale de la reunión todos muy henchidos de cordialidad, pero con la única preocupación de acarrear cada cual la fotografía colgada en sus posicionamientos, que unos dicen que son irreductibles y otros que aquello que se ha firmado no se cambia y que la incorporación de nuevos puntos programáticos se hace imposible .O sea, como al principio, nada de nada.

Eso dicen. Pero como en el transcurso de estas negociaciones lo que ha prevalecido es el secreteo, las traiciones y los escapismos de cada cual para "transcortina" negociar con personajes que no estaban en el guion, lo que se ha logrado es el rodaje de una película que más que otra cosa provoca cierta hilaridad.

Y ante la falta de seriedad, del engaño, que es lo que ha circulado por los ámbitos de la política y del público observador, se ha llegado a una conclusión ciertamente preocupante, cual es la falta de talla intelectual, y menos política, en los que están empeñados en formar gobierno, con el manido discurso de que lo que les induce es el "bien general".

Creo que se han olvidado de leer libros, de formarse como políticos, lo que no se logra de hoy para mañana, sino que lleva su tiempo. De ahí que lo que salga de esta situación será, como he mencionado, nada de nada.