El presidente del Cabildo de Gran Canaria no se arruga. "No voy a admitir chantajes", dijo con tono admonitorio. ¿Quién pretendía hacerle chantaje a ese hombre? Pues lo que él denominó un grupo de caracoles que habían sacado los cuernitos al sol. Los tales caracoles eran los líderes de las organizaciones empresariales de Las Palmas que habían criticado el caminar de la perrita insular.

Para demostrar que en la vida todo es efímero, Morales se sacó esta semana una foto abrazado a los caracoles, cuyos argumentos y los del Cabildo en el tema de las inversiones en Gran Canaria son "como dos gotas de agua". El presidente del Cabildo necesitaba a los moluscos gasterópodos de su isla -ya con los cuernitos a la sombra- para hacer un frente común ante Clavijo y el Gobierno, al que le quiere sacar 300 millones del ITE para repartir en la isla.

Morales es como Tindaya, monumental en todo lo que plantea. Rabiosamente patriótico. Es el valladar que defiende Gran Canaria ante los desequilibrios piráticos ultrachicharreros. Desde que llegó ha dicho "urbi et orbe" que su isla la gobierna él, y cuidadito con eso. Pero a los caracoles los tiene mustios. Morales cree en un modelo de sociedad que no tiene nada que ver con los planes y proyectos de las patronales grancanarias.

Para empezar no está por el gas. Así que muchos temen que gran parte de los tráficos navieros del futuro -los nuevos portacontenedores se están pasando al gas- acaben recalando en donde puedan abastecerse de combustible. Es decir, Granadilla. El miedo es infundado porque en el puerto de La Luz se ha hecho siempre "bunkering" a precios más baratos que en el puerto de Tenerife, aunque este haya tenido históricamente una refinería pegada a las nalgas. Tener una infraestructura no concede ninguna ventaja si los que la tienen son tan extremadamente idiotas que no saben aprovecharla.

Pero eso no tranquiliza a los empresarios. El modelo de crecimiento sostenible del Cabildo les suena a mochilas y bicicletas, energía eólica y parques de placas fotovoltaicas, turismo rural y senderismo. Ellos piensan más en grandes campos de golf, marinas deportivas y hoteles de lujo. Ahí existe una brecha difícil de saltar. Y la reacción de Antonio Morales a las primeras críticas patronales, señalando que era bueno que los caracoles sacaran sus cuernitos al sol, fue como decirles "ya les he cogido la matrícula". No han tardado en recoger los cuernos para salir en la foto.

Con toda la isla detrás, orbitando sobre el ónfalo de ese "sentimiento profundo del grancanarismo", Morales intenta ordeñarle a Clavijo todos los millones que pueda. Que es lo normal. Y además quiere repartirlos él, porque "no van a decidir otros por Gran Canaria". Y sobre todo porque no va a permitir que el Gobierno, o sea, Canarias, haga clientelismo con los municipios. Para eso está el Cabildo. Aquí no decide Canarias, sino la soberanía insular. Que es el nuevo y profundo regionalismo contemporáneo que Clavijo, torpe el nota, no acaba de entender.